La
Amistad
es como una armadura
La amistad es como una armadura que la lejanía no puede destruir. La vida pone encrucijadas de ausencia a la amistad, pero se encuentra con algo tierno, invencible, invulnerable. Es pobre la victoria de la vida para hacerla desaparecer, pero profundo el hueco que nos deja para extrañar. recordar y sufrir. El amigo entrañable y único se necesita mucho. No porque la veamos todos los días, ni porque este atisbando todos nuestros pormenores, sino porque fluye una corriente de alma a alma cada vez que nos encontramos. Porque somos los únicos viajeros que vamos de la mano por esas regiones del espíritu, por esa empresa de crear y filosofar la vida. Porque capta el momento que estamos atravesando, y da justo el poco de fe que flaquea, el impulso que decae, el sostén de lo que nos parece perdido. Sabe sembrar en nuestra aridez, abrirnos de nuevo las alas y encendernos de nuevo la luz. Ese amigo es una descarga de energía en nuestro cansado caminar. Nuestras debilidades y alteraciones las perdona, y las deficiencias quedan olvidadas como si nunca hubieran ocurrido. Cuando gozamos o meditamos, o saboreamos el amor, va quitando espinas y malezas para que nada nos interrumpa y nada corte ese goce de elevarnos y vivir. Ese amigo único tiene una amorosa paciencia y alegre acción santificadora en todo lo que hacemos. Siempre la sentimos subiendo al espíritu, que es su verdadero camino. Lo material es secundario, siempre por lo bajo, a su debida distancia. Cuando coincide contigo, te afianzas en su entusiasmo y su sabiduría. Cuando disiente de tu parecer, te pones en guardia con sus consejos y razonamientos. Cuando todo sale bien, te aplaude. Cuando sale mal, te levanta y te protege. No es una amistad pendular, de un lado a otro, dando tumbos. Es fija, segura. Sabes donde encontrarla. Ese amigo esta allí, rondándote el corazón sin presionarlo, amurallando los bordes de tu herida para que no vuelva a caer en ella, tanteando tu fantasía para que no te desbordes y tus experiencias para que no se repitan. Lo demás corre a cargo de Dios, como una estrella colocada entre sus manos |
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