Concepto
La definición de maltrato implica una valoración social en relación a lo que
es peligroso o inadecuado para el niño. Y aquí reside precisamente la gran
dificultad para definirlo, ya que hay una falta de consenso social respecto
a lo que constituyen formas de crianza peligrosas e inaceptables. Resulta
difícil establecer la raya de separación entre lo que es un maltrato y lo
que no lo es (...)4
La definición de «maltrato» debe, además, tomar en cuenta, al menos, tres
criterios: en primer lugar, la consideración de una acción u omisión como
«maltrato» depende, en muchos casos, de la edad del niño; en segundo lugar,
la situación psico-fisiológica del menor puede condicionar las consecuencias
de la acción u omisión ejercidas sobre él, lo que puede conllevar una
relativización de su consideración como maltrato; y, en tercer lugar, hay
que tener también en cuenta que no necesariamente todos los actos de
maltrato tienen por qué dejar secuelas inmediatas y visibles en el menor;
esto es especialmente relevante por cuanto las consecuencias importantes de
los casos de maltrato infantil no suelen ser las físicas, sino las que
afectan al desarrollo del menor a medio y largo plazo.
El abuso infantil ha sido un conflicto que ha persistido desde los pueblos y
civilizaciones de la antigüedad donde utilizaban a los niños para realizar
sacrificios y rituales. Sin embargo, según este texto, no hace tanto tiempo
que la sociedad obtuvo control sobre el abuso en los menores de edad. En los
Estados Unidos se creó una organización la cual, se dedicó ayudar a niños
desamparados y la misma fue conocida como “Child Welfare Movement”. Además
surgieron otras organizaciones contra el maltrato infantil tal como la
Sociedad Neoyorquina para la Reforma de los Delincuentes Juveniles en 1825,
cuyo propósitos fue ayudar a niños maltratados y abandonados por sus padres
o familiares. Años más tarde se fundó en el estado de Nueva York la “Society
for Prevention of Cruelty of Children” la cual, surgió como fuente de
inspiración para desarrollar otras organizaciones contra el abuso infantil
en los Estados Unidos y Europa. Aunque, según el texto, en 1874 fue la
primera vez que se ganó un caso referido al abuso o maltrato de infantil
cuando una menor de nueve años nativa del estado de Nueva York fue sometida
a abuso físico. Una trabajadora de caridad ayudó a la criatura y la misma se
acudió a la Sociedad Americana para la Prevención de crueldad de los
animales donde la trabajadora, encargada del caso de la menor expresó lo
siguiente: “la menor merecía tanta protección como a un perro común” y con
estos testimonios pudieron ganar el caso.5
Con todo, se considera que, en general, los criterios para calibrar una
determinada situación como «maltrato» deben fundamentarse en las
consecuencias en el menor, tanto en los daños producidos como en las
necesidades no atendidas de este.
El maltrato o abuso físico
Se define como «cualquier acción no accidental por parte de los padres o
cuidadores que provoque daño físico o enfermedad en el niño o le coloque en
grave riesgo de padecerlo».6
Los indicadores típicos del abuso físico en un menor son las magulladuras o
moratones en diferentes fases de cicatrización y de forma extendida en
diferentes partes del cuerpo; las quemaduras con formas definidas; las
fracturas de nariz o mandíbula, o en espiral de los huesos largos; las
torceduras o dislocaciones; las heridas o raspaduras en la cara y la parte
posterior de las extremidades y torso; señales de mordeduras humanas; cortes
o pinchazos; lesiones internas (en el cráneo o cerebro, síntomas de
asfixia...).
El abuso de menores consisten en varios elementos y se enfatizan en dos
ideas principales la cuales son: la asimetría de edad y el abuso de poder.
La asimetría en edad se refiere en la diferencia de edad que hay entre el
agresor y la víctima mientras que el abuso de poder es un factor necesario
para el abuso infantil; ya que el mismo implica miedo y obtiene un rol
dominante en el ámbito social. El abuso al poder se obtiene por medio de las
experiencias y la madurez del agresor. Por esta razón la asimetría de edad
se convierte en un factor en el maltrato infantil ; ya que por medio de la
edad se pueden descifrar los niveles de experiencia, madurez y sobre todo de
malicia del agresor.7
El abandono o negligencia física y cognitiva
La negligencia se identifica como la falta de proveer las necesidades
básicas de un niño por parte de sus padres o personas encargadas.
Se define como aquella situación donde las necesidades físicas
(alimentación, vestido, higiene, protección y vigilancia en las situaciones
potencialmente peligrosas, educación y/o cuidados médicos) y cognitivas
básicas del menor no son atendidas temporal o permanentemente por ningún
miembro del grupo que convive con el niño.8
La negligencia puede ser:
Física (ej., falta de proporcionar comida o resguardo necesario, o ausencia
de supervisión adecuada);
Médica (ej., falta de proporcionar tratamiento médico o para la salud
mental);
Educativa (ej., falta de atención a las necesidades emocionales de un niño,
falta de proporcionar cuidado psicológico o permitiendo que el niño use
alcohol o drogas).
Estas situaciones no siempre quieren decir que un niño es descuidado.
Algunas veces los valores culturales, los estándares de cuidado en la
comunidad, y la pobreza pueden ser factores que contribuyen, indicando que
la familia necesita información o asistencia. Cuando una familia falla en el
uso de información y recursos, y la salud o seguridad del niño está en
riesgo, desde entonces la intervención de la institución de protección
y bienestar del niño podría ser requerida.9
El maltrato de menores en el seno de las familias es una de las causas
contribuyentes a la problemática social que hoy en día se vive, cuyo
producto último es el aumento en la incidencia criminal por parte de la
juventud. El maltrato destruye el núcleo familiar, al romper los lazos de
confianza y amor que son fundamento mismo de ella. El uso de la violencia
por parte de sus padres y/o cuidadores la pone en tela de juicio la realidad
de amor de los padres hacia los hijos.10
El abuso infantil se puede detectar de diversas formas especialmente cuando
los encargados legales del menor dejan de tomar responsabilidades sobre el
mismo. Según este artículo, han habido casos severos donde menores de 10
años tienden a cocinarse a ellos mismos porque los padres no han podido
traer comida a la casa e incluso han ocurrido situaciones donde el menor
permanecen más de 24 horas sin comer. Según esta revista, existen varios
tipos de maltrato infantiles tales como, el abuso sexual (donde hay un
contacto directo entre el agresor y la víctima), maltrato físico (donde
ocurren lesiones y agresiones físicas en contra la víctima, no
necesariamente hay abuso sexual), negligencia infantil (donde los padres o
encargados legales descartan responsabilidades sobre el niño y al mismo lo
abandonan) y el maltrato emocional (donde el agresor cosecha el miedo y la
angustia sobre la víctima).11
Impacto psicológico
Las situaciones de maltrato lo que revelan es una grave disfunción
relacional que por lo tanto afectará al normal desenvolvimiento del
cumplimiento de tareas del menor. Este fracaso en la ejecución de las metas
del menor sería, en sentido amplio, el impacto del maltrato y es lo que se
viene a significar cuando en las definiciones de maltrato se señala que éste
amenaza el desarrollo de la competencia del niño o el desarrollo físico,
psicológico y emocional considerado como normal para el niño.12
El impacto del maltrato o abuso, al ser un fenómeno contextualizado, puede
verse amortiguado, según múltiples variables: no sólo las más obvias,
relacionadas con el tipo, duración o intensidad del maltrato, sino también
con las características de la víctima, los recursos y apoyos que tenga, y
las propias situaciones de su evolución vital. Según el artículo (2003).
"Basta de indiferencia: maltrato infantil", el abuso infantil es un
conflicto del cual, hay muchas polémicas con respecto al niño; ya que el
mismo puede tener muchos problemas durante su desarrollo personal.13
Aspectos históricos
A lo largo de la historia de la humanidad y en la actualidad, tomando a la
humanidad como un todo, puede decirse que lo normal, en el sentido de
frecuente, es que los niños no reciban lo que entendemos por «buen trato».
La mayoría de los datos históricos que poseemos sobre el respeto de los
derechos de los niños por parte de muchas culturas de la antigüedad
corroboran esta afirmación.14
La atención jurídica y médica de los menores maltratados empezó a
desarrollarse en la segunda mitad del siglo XIX. De manera individual, el
médico francés A. Tardieu publicó en 1860 la primera monografía sobre el
tema y el también médico estadounidense Silverman demostró con estudios
radiológicos las consecuencias no visibles de los maltratos.
El primer proceso judicial que defendió a un menor (una niña) por los malos
tratos recibidos por adultos (en su caso, su propia madre), tuvo lugar en
1874 en Estados Unidos. La acusación fue realizada por la Sociedad
Protectora de Animales, por cuanto no existía ley alguna que amparase a los
menores, aunque sí a los animales en general.
Estas labores pioneras dieron como resultado que antes de que acabase el
siglo se creasen dos sociedades pro derechos de los niños: The Society for
the Preventión of Cruelty to Children, en Nueva York, y The National Society
for the Prevention of Cruelty to Children, en Londres.
La atención a los derechos de los menores es característica de la segunda
mitad del siglo XX, que es cuando se les reconoce como sujetos de derechos.
En 1959, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración de
los Derechos del Niño; y, más tarde, en 1989, esa misma Asamblea adoptó la
Convención sobre los Derechos del Niño.
Paralelamente a este interés en el estatus legal, se fue desarrollando la
correspondiente atención a la comprensión y prevención del fenómeno.
En 1962 se publicó en Estados Unidos un trabajo científico titulado
«Síndrome del niño apaleado» que incentivó de manera definitiva la atención
a las víctimas de los malos tratos infantiles, incluyendo con ellos la
reformulación de las medidas legislativas y la sensibilización de la opinión
pública respecto del problema. En los países europeos más desarrollados, se
produjo un fenómenos similar en los años siguientes.
Habiéndose registrado una alta incidencia de querellas de maltrato de niños
y un esfuerzo único por este mal fue aprobada en varios estados de Estados
Unidos la Ley Núm. 75 el 28 de mayo de 1980, en la cual se establecía que un
menor era víctima de "maltrato o negligencia" cuando sufría daño o
perjuicio, o se encontraba en riesgo de sufrir daño o perjuicio en su salud
física, mental emocional, o en su bienestar, por las acciones y omisiones no
accidentales de sus padres o de otras personas o instituciones responsables
de su cuidado. En esta ley se estableció la política pública de protección a
menores.15
La atención de los expertos ha ido desde la casi concentración en los malos
tratos de tipo físico a la apertura hacia, por un lado, la comprensión de
los conceptos de negligencia y de maltrato emocional, y, por otro, el
problema de los abusos sexuales. También, ha habido cambios en lo que se
refiere a la percepción de los maltratadores (en principio, identificados
con personas con problemas psíquicos y/o pertenecientes a contextos
socio-económicos muy atrasados; después, asumiendo el perfil variopinto del
maltratador infantil) y en la forma de abordar los problemas (en principio,
la separación del maltratado de su entorno; después, el intento de
rehabilitar ese entorno).
Otro tipo de maltrato infantil, muy poco conocido es el llamado Síndrome de
Münchausen por poderes, consiste en inventar una enfermedad en el niño o
producirla por la administración de sustancias y medicamentos no prescritos.
Generalmente se trata de un niño en la edad de lactante-preescolar (edad
media de 3 años). Los signos y síntomas aparecen solamente en presencia de
la madre (habitualmente el perpetrador del abuso), son de causa inexplicable
y los exámenes complementarios no aclaran el diagnóstico. Este síndrome
presenta una mortalidad entre 10-20%, y su impacto a largo plazo puede dar
lugar a desórdenes psicológicos, emocionales y conductuales.