Cuando los
renos etéreos tiran del trineo cósmico con
la esperanza en sus ojos, un niño llamado
Jesús se apresta a nacer; cuando los fuegos
artificiales derramen luz en los cielos, que
se haga la luz verdadera en la Tierra.
Cuando el hambre estruje la pancita hinchada
de los niños que no se llamen Jesús, que su
mirada derrame la justicia que nos debemos
entre hermanos. Que se acalle el clamor por
la Paz porque ella ha llegado definitiva y
feraz. Que la libertad sea verdad en salmo
de alabanza del hombre por el hombre. Que el
pan ácimo sea el auténtico pan de Navidad:
humilde, mas el único que satisfaga la
necesidad y el deseo de los que nada tienen.
Que a cada paso de los renos, surja un
sembradío de amor, flores en empeños por el
mundo que merecen los pobres, los viejos,
los chicos, y que una sola muerte ocurra en
estos días: la de la desigualdad. Tal vez
sea mucho pedir. Quizás los renos nos
traigan el único regalo de Navidad que
aceptaría: El destierro del egoísmo.
®Juan José Mestre
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