La Navidad de Snowy cuento para niños gratis

La Navidad de Snowy cuento para niños gratis

La Navidad de Snowy por Alberto Pérez Gomez, material de uso escolar, cuento para niños
La Navidad de Snowy
Ese año, los niños estaban muy contentos,

porque iban a tener una Blanca Navidad.

En efecto, poco antes de Nochebuena

había caído una fuerte nevada, y

se esperaba que la nieve aguantase

varios días antes de derretirse.


Con la nieve todo estaba muy bonito,

y además podían patinar sobre el

estanque helado, jugar a dejar huellas,

o hacer un gran muñeco de nieve.

Eso era precisamente lo que habían

hecho los niños del barrio,

y en lo alto de la colina había

aparecido Snowy.

Era un muñeco gordinflón y sonriente,

con un elegante sombrero de copa,

una bonita bufanda,

 larga nariz de zanahoria,

una gran sonrisa pintada en su cara,

y con ramitas como brazos.


Los niños estaban muy

orgullosos de Snowy,

y les gustaba mucho jugar cerca de él.

Se tiraban en trineo desde lo alto

de su colina, le usaban para

que no les vieran cuando jugaban

al escondite, echaban carreras

alrededor de él, y cuando hacían

guerras de nieve a su lado, su

sonrisa bonachona les recordaba

que no tenían que tirar las bolas

muy fuerte para no hacerse daño.

Alguna vez, cuando nadie miraba,

Snowy, que era muy bromista,

tiraba una bola de nieve a algún niño

despistado, que se quedaba

muy sorprendido y sin saber

quién se la había arrojado.


Snowy se llevaba además muy bien

con los vecinos que pasaban por

delante de él al ir y volver del trabajo,

y con los animalillos de

un bosque cercano,

sobre todo con los pájaros,

a los que les gustaba posarse

en las ramas de sus brazos.

Su mejor amigo era un simpático

pajarillo parlanchín llamado Birdie,

que cantaba de maravilla, y

que mantenía a Snowy informado

de todo lo que  pasaba en las

partes del barrio que éste no

alcanzaba a ver desde lo alto

de su colina.


A Snowy le gustaba sobre todo

cuando Birdie le hablaba de

cómo iban preparándose

sus amigos para el día de Navidad.

Las noches eran cada vez más alegres,

con luces de colores que brillaban

en muchas de las casas, y con el sonido

de los villancicos que los niños

cantaban con sus papás.


llegó por fin la Nochebuena,

y Snowy estaba disfrutando

más que nunca viendo todo lo que

pasaba en el barrio.

Por eso le extrañó ver que de

repente Birdie estaba triste.

“¿Qué te pasa, buen amigo?”

le pregunto Snowy.

“Que con lo bonita que

es la Navidad,

me da pena ver a los que

tienen problemas y no pueden

disfrutarla como nosotros”.

“¿Quién tiene problemas, Birdie?”

El pajarillo contestó

“Cuando venía volando

para acá, he visto a Mamá Coneja,

que me ha dicho que lleva

toda la tarde buscando comida

para preparar una cena de Navidad

a sus conejitos, pero que con

tanta nieve no encuentra nada”.

Snowy también se puso triste,

pensando en que no podrían

disfrutar de la Nochebuena

esos suaves conejitos que

tanto le gustaba ver saltando

a su alrededor.


De repente, la gran sonrisa de Snowy

se iluminó.

“¡Birdie, ya tengo la solución!

Lleva a la madriguera de Mamá Coneja

la gran zanahoria de mi nariz,

con eso podrán tener una

estupenda cena de Navidad!”

Birdie exclamó contento

“¡Qué gran idea!”

Pero de pronto dijo preocupado

“¡Snowy, si hacemos eso,

te vas a quedar sin nariz!”.

Snowy respondió sonriente

“No importa, total, con tanto

frío estoy siempre constipado.

¡Mejor, así no tendré que

sonarme la nariz!”.

Snowy acabó por convencer

a Birdie, que se encargó

de llevar la gran zanahoria a

Mamá Coneja.

¡Qué contenta se puso!

Y Snowy también cuando

se lo contó Birdie.


“Mira, Birdie” dijo Snowy,

“Mientras estabas fuera,

he pensado que podíamos

hacer más cosas para alegrar

la Nochebuena a nuestros amigos.

Por ejemplo, podrías llevar

mi sombrero al señor Rodríguez.

Siempre me saluda muy simpático

cuando pasa, y tiene que

pasar mucho frío en la cabeza

con esa calvorota que tiene”.

Birdie le preguntó a su amigo Snowy

si no se le quedaría

muy fría la cabeza a él,

y Snowy le respondió que no,

que estaba bien así, y

que en realidad lo que le

preocupaba era que igual

dentro de unos días subiría

algo la temperatura.

Birdie se entristeció, pensando

que su amigo muñeco de nieve

corría el peligro de derretirse

en cuanto asomaran los primeros

rayos de sol, pero Snowy

interrumpió esos pensamientos

diciendo con voz divertida:

“¡Venga, Birdie, que vuelas

menos que una gallina!

Vete ya, que al pobre señor Rodríguez 

se le van a congelar las ideas.

¡Y vuelve rápido, que quedan

otros recaditos por hacer!”

Snowy y Birdie regalaron luego

la bufanda de Snowy a ese niño

pequeño que casi no salía a jugar

porque no tenía ropa de abrigo y

pasaba demasiado frío, y

dieron los botones de los ojos

de Snowy a una niña del barrio

para que se los pusiera a

su oso de peluche, que se

había quedado sin los suyos

al caerse un día desde una estantería.

Y las ramas de los brazos

se las llevaron a una ancianita

que necesitaba leña para su casa,

pero que no había podido salir a

buscarla porque le dolía la espalda.


Ya entrada la noche, Snowy

y Birdie acabaron

por fin de hacer el reparto.

Ahora Snowy era solo

tres grandes bolas de nieve

con una sonrisa pintada en la

que estaba más arriba,

pero la sonrisa se veía más

grande que nunca, y

Snowy le dijo a Birdie

que a pesar del frío de la noche,

notaba por dentro un calorcito especial

que le hacía sentir de maravilla.

Birdie estaba también muy contento:

estaba muy orgulloso de haber ayudado

a su generoso amigo, y

además, cuando salía de casa

de la ancianita,

le había parecido que el

Niño Jesús de su Belén le había sonreído.


Pero Birdie estaba también preocupado

por su amigo Snowy.

Igual ahora los niños

ya no le veían tan bonito como antes,

y dejaban de hacerle caso, o peor aún,

podían coger la nieve del muñeco y

usarla para hacer una

guerra de bolas de nieve.

Y luego en todo caso estaba el

peligro de que subieran las temperaturas y …


Estaba Birdie distraído con esos pensamientos,

cuando de repente oyó

un tintineo de cascabeles,

primero lejano, pero luego

cada vez más próximo.

Miró hacia arriba y vio una

pequeña luz roja, que cada vez se

iba haciendo mayor y más brillante.

¿Qué era eso?

De pronto, oyó una fuerte carcajada

“HO, HO, HO!”,

y se dio cuenta de que la luz roja

era la nariz de Rudolph

¡Y que Papá Noel estaba

aterrizando con su trineo

justo delante de ellos!


¡Birdie estaba impresionado!

Además, vio con sorpresa

cómo el trineo de Papá Noel llevaba

enganchado un extraño remolque

del que Birdie nunca había oído hablar.

“No te extrañes de ver ese remolque”

le dijo Papá Noel,

adivinándole el pensamiento

“Es una cámara frigorífica,

que usamos para llevar helados

y comida congelada –

pero que ahora usaremos

para llevar a tu amigo Snowy de viaje!”

“¿De viaje?”

dijo asombrado Snowy

“Sí, ya veréis” dijo sonriente Papá Noel.

Y Snowy de repente se elevó del trozo

de colina en el que había pasado

toda su corta vida, y fue por el aire

despacito hasta meterse en

la cámara frigorífica del trineo.


Birdie, tú siéntate aquí a mi lado,

estarás más calentito

mientras hacemos nuestro viaje”.

Birdie, todavía piqui abierto

por la sorpresa, estaba acabando

de acurrucarse en el asiento

del trineo junto a Papá Noel

cuando esté gritó “Adelante, Rudolph!”.

Una lechuza de un bosque cercano

que estaba aún despierta alcanzó a

oír a lo lejos el eco de un “HO, HO, HO”

entre el sonido, cada vez más

tenue, de unos cascabeles.


Y es Snowy el precioso muñeco de nieve

que puede verse en el jardín que hay

a la entrada del almacén que tiene

Papá Noel en Rovaniemi, en Laponia,

en la Tierra de las Nieves Eternas,

donde Snowy ya no corre peligro

de derretirse nunca.

En el centro de su cara

hay una nariz de zanahoria

aún más grande y bonita que la de antes.

Como ojos tiene brillantes

piedras preciosas,

luce una linda bufanda de colores

que le dieron sus amigos los elfos,

y en su cabeza lleva ahora orgulloso

un gorro de fieltro rojo, con un

pompón blanco al final, que le

regaló el propio Papá Noel. 

Y tiene dos preciosas ramas de abedul

como brazos, en la que se posan

sus amigos los pájaros,

con un sitio especial para su inseparable Birdie.


Snowy y Birdie no han  olvidado

a sus amigos del barrio, y

todos los años le dicen a Papá Noel

que se acuerde especialmente de ellos,

y también de todos aquellos que,

compartiendo sus cosas, hacen

realidad el espíritu de la Navidad.

 

Silvita

Diseñadora, Casada, dedico mi sitio a preservar el Arte y la Cultura Infantil, A la memoria de mi sobrina Laura Ambrosio Battistel. Material uso escolar y docente

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