Ilustradora Claudia Tremblay captando la esencia de la mujer
Ilustradora Claudia Tremblay captando la esencia de la mujer
Constanza Basaluzzo | Alida Massari | Caig Cameron | Carol Yoshizumi |
Chris Vallo | Chris Embleton | Claudyne Gevry | Emilie Collat |
Emma Thomson | Esstelle Corke | E. Gapchinskay | Helen Poole |
Laure Fournier | Melanie Siegel | Nancy Munger | Papa gemelos |
Sarah Conner | Sarah Pitt | Simon Abbott | Susan Eaddy |
Tina Wenke | Kathy Hare | Karin Taylor | Jenny B. Harris |
Claudia nació en Amos, Québec.
Se fue a Guatemala con una ONG de Canadá
para trabajar con mujeres mayas
después de estudiar horticultura.
Sin formación formal en artes visuales,
trató día tras día de capturar la esencia de esta mujer.
Sus pinturas representan las almas melancólicas y
la fuerza interior que las motiva.
También le gusta explorar la conexión
universal entre madre e hijo.
Se quedó en Guatemala durante
12 años. Abrió una galería de arte y
se consolidó en el corazón de la cultura regional.
Su trabajo se mostró en innumerables exhibiciones
en toda América Central. Ella no se habría ido,
si no fuera por la creciente violencia.
Ahora ha regresado a Montreal
con su hijo nacido en Guatemala.
Todavía pinta a tiempo completo,
ahora más dedicada a los libros infantiles,
siempre con la misma intención, el amor.
La responsabilidad de los padres es formar bien a sus hijos.
¿Le interesa formar bien a sus hijos?
Pues, ¡edúquelos para la libertad!
Ahora,
¿qué es eso de educación para la libertad?
Yo le pregunto a usted,
¿le parece bien estar siempre encima de sus hijos,
decidiendo por ellos, protegiéndolos,
aún cuando tengan 30, 40 ó 50 años?
¿No le parece esto bastante incómodo
y hasta absurdo?
Pues, existen muchos papás
que en su subconsciente desean
hacer esto y no es correcto.
Los padres tienen que educar para la libertad.
De esa manera, sus hijos algún día tendrán
la capacidad de ser autónomos, de actuar
de acuerdo con sus propios criterios y valores.
Hay que educarlos para que sean ellos los
que decidan qué hacer con su propia existencia;
para que cada uno sea protagonista de su
propia historia y sean capaces de decidir
por sí mismos su propio futuro.
Para lograr esto, los papás tienen que
inculcar a las criaturas desde pequeñitas
una fe profunda en Dios, sobre todo, y
también en sí mismos; ayudarlos a que
crezcan con confianza en sus propias personas,
cultivar en ellos los más grandes ideales
e inyectarle los valores morales más adecuados.
La tarea de los papás es sembrar, de la manera
más inteligente y profunda posible, todos los
ideales y valores positivos y buenos.
Mientras más profundamente siembren
esto en sus hijos, y
se preocupen en cultivar adecuadamente
con mucho amor, verán florecer en sus
hijos una personalidad auténtica y fuerte.