Cordillera de los Andes madre yacente que anda

Cordillera de los Andes madre yacente que anda

Cordillera de los Andes madre yacente que anda

Gabriela Mistral

Poema – ¡Cordillera de los Andes,

Madre yacente y Madre que anda,

que de niños nos enloquece y

hace morir cuando nos falta;

que en los metales y el amianto

nos aupaste las entrañas;

hallazgo de los primogénitos,

de Mama Ocllo y Manco Cápac,

tremendo amor y alzado cuerno del hidromiel

de la esperanza!

Jadeadora del Zodíaco,

sobre la esfera galopada;

corredora de meridianos,

piedra Mazzepa que no se cansa,

Atalanta que en la carrera es el camino y es la marcha, y

nos lleva, pecho con pecho, a lo madre y lo marejada,

a maná blanco y peán rojo de nuestra bienaventuranza.

Caminas, madre, sin rodillas, dura de ímpetu y confianza;

con tus siete pueblos caminas en tus faldas acigüeñadas;

caminas la noche y el día, desde mi Estrecho a Santa Marta, y

subes de las aguas últimas la cornamenta del Aconcagua.

Pasas el valle de mis leches, amoratando la higuerada;

cruzas el cíngulo de fuego y los ríos Dioscuros lanzas(l);

pruebas Sargassos de salmuera y desciendes alucinada…

Viboreas de las señales del camino del Inca Huayna,

veteada de ingenierías y tropeles de alpaca y llama,

de la hebra del indio atónito y del ¡ay! de la quena mágica.

Donde son valles, son dulzuras; donde repechas, das el ansia;

 azurea el altiplano es la anchura de la alabanza.

Extendida como una amante y en los soles reverberada,

punzas al indio y al venado con el jengibre y con la salvia;

en las carnes vivas te oyes lento hormiguero, sorda vizcacha;

oyes al puma ayuntamiento y a la nevera, despeñada, y

te escuchas el propio amor en tumbo y tumbo de tu lava.

Bajan de ti, bajan cantando, como de nupcias consumadas,

tumbadores de las caobas y rompedor de araucarias.

Aleluya por el tenerte para cosecha de las fábulas, alto ciervo que vio

San Jorge de cornamenta aureolada y el fantasma del Viracocha,

vaho de niebla y vaho de habla.

¡Por las noches nos acordamos de bestia negra y

plateada, leona que era nuestra madre y de pie nos amamantaba!

En los umbrales de mis casas, tengo tu sombra amoratada.

Hago, sonámbulo, mis rutas, en seguimiento de tu espalda,

o devanándome en tu niebla, o tanteando un flanco de arca; y

la tarde me cae al pecho en una madre desollada.

¡Ancha pasión, por la pasión de hombros de hijos jadeada!

¡Carne de piedra de la América, halalí de piedras rodadas,

sueño de piedra que soñamos, piedras del mundo pastoreadas;

enderezarse de las piedras para juntarse con sus almas!

¡En el cerco del valle de Elqui bajo la luna de fantasma,

no sabemos si somos hombres o somos peñas aprobadas

Vuelven los tiempos en sordo río y se les oye la arribada a

la meseta de los Cuzcos que es la peana de la gracia.

Silbaste el silbo subterráneo a la gente color del ámbar;

no desatamos el mensaje enrollado de salamandra; y

de tus tajos recogemos nuestro destino en bocanada. ¡

Anduvimos como los hijos que perdieron signo y palabra,

como beduino o ismaelita, como las peñas hondeadas,

vagabundos envilecidos, gajos pisados de vid santa,

vagabundos envilecidos, como amantes que se encontraran!

Otra vez somos los que fuimos, cinta de hombres, anillo que anda,

viejo tropel, larga costumbre en derechura a la peana,

donde quedó la madre augur que desde cuatro siglos

llama, en toda noche de los Andes y con el grito

que es lanzada. Otra vez suben nuestros coros y el

roto anillo de la danza, por caminos que eran de chasquis(2)

y en pespunte de llamaradas. Son otra vez adoratorios

jaloneando la montaña y la espiral en que columpian

mirra-copal, mirra-copaiba, ¡para tu gozo y nuestro

gozo balsámica y embalsamada! El fueguino sube al

Caribe por tus punas espejeadas; a criaturas de salares y

de pinar lleva a las palmas. Nos devuelves al Quetzalcóatl

acarreándonos al maya, y en las mesetas cansa-cielos,

donde es la luz transfigurada, braceadora, ata tus pueblos

como juncales de sabana. ¡Suelde el caldo de tus metales

los pueblos rotos de tus abras; cose tus ríos vagabundos,

tus vertientes acainadas. Puño de hielo, palma de fuego,

a hielo y fuego purifícanos! Te llamemos en aleluya y

en letanía arrebatada. ¡Especie eterna y suspendida,

Alta-ciudad -Torres-doradas,

Pascual Arribo de tu gente, Arca tendida de tu Alianza!

Notas

(1) El Cauca y el Magdalena.

(2) «Chasquis», correos quechuas.

Silvita

Diseñadora, Casada, dedico mi sitio a preservar el Arte y la Cultura Infantil, A la memoria de mi sobrina Laura Ambrosio Battistel. Material uso escolar y docente

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