Aria del Salón Blanco bajo el busto de la Patria
Aria del Salón Blanco bajo el busto de la Patria
letra, música e interpretación de María Elena Walsh, material para ser usado en la Escuela.
El señor Jorge Garrido,
escribano de gobierno,
bajo el busto de la Patria
vio pasar más de un invierno.
Vio mandar más de uno al cuerno.
El filósofo escribano
piensa que los juramentos
como a las hojas de otoño
siempre se los lleva el viento.
O quizás un regimiento.
Bombas y comunicados
no le alteran nunca el gesto.
Él inscribe en la historia
al funesto y al depuesto.
Y al que ponen de repuesto.
Él está firme en su puesto
ante páginas tachadas,
y en el fondo de su almita
piensa que no somos nada.
Que uno se hunde y otro, nada.
Al señor Jorge Garrido
no lo asustan los cañones.
Él anota, firma y tacha
pero nadie lo depone.
Nuestras felicitaciones.
María Elena Walsh
nació el 1 de febrero de 1930 en Ramos Mejía,
ciudad de
Buenos Aires, Argentina.
Un año antes de finalizar sus estudios en la Escuela Nacional de Bellas
Artes
Publicó su primer libro (en 1947), «Otoño imperdonable», que recibió
el segundo premio Municipal de Poesía.
En Francia, junto con Leda Valladares formaron en los años ’50 el dúo «Leda
y María»
Y actuaron en varias ciudades como intérpretes de música folclórica
argentina recibiendo varios premios.
Por esa época comenzó a escribir versos para niños.
Sus canciones y textos
infantiles trascendieron lo didáctico.
Y lo tradicional: generación tras
generación sus temas son cantados por miles de niños argentinos.
En los años ’60 publicó, entre otros, los libros «El reino del revés»,
«Cuentopos¨
La mujer fuerte segar te vi en enero los trigos
poema, Gabriela Mistral
Me acuerdo de tu rostro que se fijó en mis días,
mujer de saya azul y de tostada frente,
que en mi niñez y sobre mi tierra de ambrosía
vi abrir el surco negro en un abril ardiente.
Alzaba en la taberna, honda la copa impura
el que te apegó un hijo al pecho de azucena,
y bajo ese recuerdo, que te era quemadura,
caía la simiente de tu mano, serena.
Segar te vi en enero los trigos de tu hijo,
y sin comprender tuve en ti los ojos fijos,
agrandados al par de maravilla y llanto.
Y el lodo de tus pies todavía besara,
porque entre cien mundanas no he encontrado tu cara
¡y aun te sigo en los surcos la sombra con mi canto!