Chamame genero musical bailable del folklore
Chamame genero musical bailable del folklore
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Chamame, danza folklórica argentina
material para uso de la Escuela
El Chamame es un género musical bailable del folclore de Argentina, correspondiente a la música litoraleña.
En Argentina es escuchado en las provincias de Corrientes, Entre Ríos, centro-este de Formosa, Santa Fe, Chaco, y en toda la provincia de Misiones, región denominada Litoral argentino.
También es escuchado en el norte de Santiago del Estero.
A su vez, es escuchado en Bolivia, Paraguay, sur de Brasil (producido también aquí), parte de Uruguay y sur de Chile.
Se caracteriza por una disposición musical poli rítmica en la que la estructura de apoyo (bajo-base) se ejecuta en pie binario mientras que la melodía, es decir el canto como los instrumentos de rasgueo, se sobreponen melódica y tonalmente con una estructura ternaria.
La danza puede tener un ritmo alegre y animado, o, por el contrario, ser triste y alegórica.
Origen del estilo musical y del vocablo chamame
El chamame es una danza con raíces indígenas guaraníes, ya que su base musical es guaraní.
A esta base musical guaraní, con el tiempo, se le agregaron influencias jesuitas, españolas, y sobre todo alemanas (el acordeón, bandoneón y un poco en su compás).
Este ritmo tradicional argentino, se podría definir de la siguiente manera: ritmo originalmente indígena, perfeccionado con el tiempo y las distintas influencias que tuvo, entre las cuales destaca la alemana.
Lo guaraní se puede ver por ejemplo en el «sapucai» y lo alemán en el acordeón, ya que cualquier grupo de chamame tiene un acordeón (sea de teclas y pistones o de pistones a los dos lados), un bandoneón o ambos instrumentos.
A continuación se explica todo esto, más detalladamente y con reseñas históricas y notas de historiadores.
Si bien son relativos los antecedentes sobre los que pueda basarse un análisis cierto y valedero referido a los orígenes, de la denominación y sus implicancias, podemos remontarnos en las páginas del tiempo, al siglo XVII; y geográficamente al nordeste correntino, más propiamente determinado por las orillas del Río Uruguay.
Allí tuvieron su asentamiento las raíces étnicas de nuestra raza guaraní (según lo que se conoce), fuertemente influenciadas por las corrientes jesuíticas, que en los albores del año 1600, fundaron las primeras reducciones.
Según Emilio Noya (Diario El Litoral de Corrientes, 11/10/1973, pág.7) «Las primeras reducciones de la compañía de Jesús, establecidas en la zona guaraníticas hacia el año 1609, advierten sorprendidas que los aborígenes poseían música propia y además, fabricaban instrumentos rudimentarios para acompañar sus danzas rituales y ejecutar motivos onomatopéyicos».
Algunos de los instrumentos mencionados por Noya, se perdieron a través del tiempo, tal como: congoera (flauta grande hecha con hueso);
tururu (trompeta fabricada indistintamente con asta de caña);
mburé (trompeta de tacuara); mbaracá
(especie de guitarra cuya caja era de calabaza y constaba de cinco cuerdas);
guatapú (bocina para atraer los peces); mimby (flauta de tacuara, similar a la quena);
etc.; cuyos antecedentes llegaron hasta nuestros días,
únicamente a través de las obras de algunos musicólogos.
El cordófono (arpa) también se perdió en el tiempo, y
actualmente es utilizado casi con exclusividad en la República del Paraguay.
Otro producto del ingenio musical guaraní fue el que, emulado,
habría llegado a ser el acordeón que en 1829 perfeccionaron
Damián de Viena (quien fue el primero en patentar un acordeón) y
Sir Charles Wheatstone, creador de los bajos.
Sucesivamente aportaron reformas al instrumento, C. Buschmann y Bussón, en 1840.
Consideramos que el instrumento guaraní indicado,
se trataba de una caja de madera con agujeros a la cual se le
insuflaba viento por un sistema de fuelle manual;
copiado del fuelle a pedal del órgano y similar al usado en la fragua, ambos
elementos introducidos en la cultura guaranítica por los jesuitas.
Los sonidos de dicho instrumento, se lograban tapando y destapando con los dedos los agujeros de la caja; en actitud similar a la digitación que actualmente se realiza con los botones del acordeón.
Apoyamos nuestras consideraciones
(que creemos de fundamental importancia,
por cuanto arrojarían la luz necesaria sobre los orígenes del acordeón),
en las siguientes citas:
«…Yapeyú, no sólo llegó a ser un gran emporio musical, por la
escuela musical que allí se fundó, sino también por haber llegado a
ser el gran taller de toda clase de instrumentos musicales: órganos,
arpas, violines, trompas, cornetas, y toda clase de instrumentos musicales
eran allí fabricados con singular destreza y exportados a las reducciones
indígenas y a las ciudades de los españoles».
Padre Furlong (Músicos Argentinos, pág. 73 y 74).
«…En varias reducciones existen, hoy día, maestros indios
que saben hacer de la vibrante madera de cedro un arpa
de David, clavicordios, chirimías, fagotes y flautas;
mis herreros han aprendido a fabricar los taladros que
se necesitan para hacer las aberturas acústicas de los
instrumentos de viento». Padre Antonio Sepp. Yapeyú. Año 1691
(Continuación de las labores apostólicas – pág. 137).
Así como los guaraníes tenían su música propia y
fabricaban sus propios instrumentos musicales
(algunos de los cuales perduraron perfeccionados),
también tenían una especial denominación
para sus danzas; ya fueran estas religiosas, guerreras o alegres.
Al sonido musical lo llamaban pú, y a la música mbaepú;
y a la acción de ejecutar, mbopu; al canto lo llamaban purajhei y
a las danzas en general, la denominaban jeroky [yerokï),
con todas las derivaciones y alcances del vocablo.
Referente a estas denominaciones existe gran variedad
de opiniones respecto a los orígenes del vocablo chamamé.
Así, se conocen expresiones tales como: che ama mí;
che amoa memê;
Isidro Mario Flores, en su diccionario de la lengua guaraní, dice:
«Chamamé, nombre de un pueblo formado por
una de las tribus de guaraníes a la que erróneamente se les dice Charrúas».
Según el historiador Manuel Florencio Mantilla,
«…no es así, sino chacha o chana, esta tribu habitaba
sobre la costa del Uruguay.
En esta población fue descubierta esta música (chamamé)
por los jesuitas y que, a raíz de los aborígenes
quiere decir en el conjunto o en el montón de los cha o chana.
Don Alejandro Miranda de Saladas (Corrientes), indica:
«Bianchetti, profesor de guaraní, me explicaba que el chamamé
se originó en la parte de Corrientes que linda con Brasil».
En este sentido, el profesor Juan de Bianchetti, profundo conocedor y estudioso del idioma guaraní,
afirma haber comprobado personalmente que la tribu kaiguá de Santa Catarina-Brasil
(que en un tiempo habitó parte del territorio de Corrientes y Misiones),
canta y baila una danza llamada chamamé, que tiene el mismo ritmo
melódico y desplazamientos coreográficos de nuestro baile ,
acompañándose con una especie de tambor redondo y alargado,
una flauta de tacuara de cinco agujeros y una guitarra de cinco cuerdas,
llamada también mbaracá, como la nuestra.
«El chamamé – dice – es el nombre originario de la música y el
baile guaraní, que para honor de nuestras tradiciones, se
ha perpetuado en Corrientes.
Aparentemente es denominación contemporánea por causa
de la extranjerizante modalidad de perseguir todo lo guaraní –
que se practicó desde la conquista.
Hasta hace poco, hasta la palabra chamamé se fue olvidando;
pero como la música supervivió en el alma del pueblo,
transaron los perseguidores en disfrazarla con el nombre extranjero de «polka».
La estudiosa Olga Fernández Latour de Botas,
en un artículo aparecido en La Nación –
Buenos Aires, 1979 – con el título Origen del chamamé, dice entre otras cosas:
«…Pues bien, en la pág.59 de esta original publicación
que arrecia la dura sátira contra el padrecito de la
Santa Furia, se lee lo siguiente:
«Y por qué diablos, siendo tan hombre mi pai Francisco
¿No tiró s.p por la carrera de las armas?
¡Qué arrogante soldado de brigada hubiera v.p. hecho en la real marina española!
¡Que se viniesen entonces v.r. con agachadas los contramaestres,
guardianes, maestres de víveres, calafates y demás guapetones
del rancho proa! Ya me parece que lo veo destripando a unos,
cruzándoles a otros la cara, bailando un chamamé encima de
la cabeza de alguno y echando sobre aquellas cubiertas de Dios
por esa boquita que debía estar engarzada (más que sea en plomo derretido,
digo si no le incomoda a v.p.) más serpientes, culebras y sapos que
los que hay por esos chircales del mundo. (Esto ha sido entre paréntesis
mi P. y perdonen el rampujen)»..
.Esto fue publicado en Buenos Aires, el sábado 17 de febrero de 1821.
Aún no había llegado la polka como música ni como baile.
No se trata de referencias etnográficas, ni de un cuadro correntino,
sino de una imitación del habla rural de los alrededores de Buenos Aires.
Allí aparece el chamamé, y ya es un baile. 🙂