La Esencia Eterna de la Maternidad de María

La Esencia Eterna de la Maternidad de María

La Esencia Eterna de la Maternidad de María

 

©Victoria Lucía Aristizábal

La Esencia Eterna de la Maternidad de María

 

Una especialización sin fin de siglos encontrándose en la pista abovedada

donde el milagro divino se hace vida en un vientre virginal aún en

el esfuerzo de los sueños rotos, del amor despedazado, las piezas

vuelven a unirse porque es inmensidad espiritual de una riqueza

indetenible porque de ella está hecha la Madre Natura y en ella emerge

la semilla de todas las Madres que tienen en su alma el amor sin tiempo,

sin medida, ese incondicional de Madre amada mimada por los átomos

que la arropan germinando y fulgurando como aroma y

canción enamorados de la luz que le arropan en esta noble

aventura sabia de sangre y lágrimas, un virus de la especie que

se descontamina en el querer continuo, en el respeto que se

inclina con humildad arrepentida ante el alto corazón que se

eleva con la mirada puesta en el cielo y  la mansedumbre terrígena.

 

En la redondez de cielos indefinidos, en la dulce espera de almas

sin jaula, sabias y nutritivas, de recurso, de hallazgo, de fecundidad,

fértiles como el trópico, serán ángeles de custodia con la flauta de

azúcar en su cosecha. Buenas, generosas y nobles que hablan

con la eterna ligadura de La Madre de las Madres, orientadora de

esta altura sobrehumana que en su fervor permanente se entrega

en la fe de la serenidad de estirpe innegable; Madre que dócilmente

pastorea las almas ante la turbulencia de los sin propósito, haciendo

florecer la esperanza para los hijos que nacerán en la armonía de

una energía diluida en el sacrificio, en la respiración vegetal de

horizonte humano y memoria divina.

 

Corazones que ensanchan su potencia en el servicio primaveral

con la plenitud orquestada en la virtud, orada en los

salmos de dolor y amor, columnas labriegas que se

forjaron como caminantes en la afirmación de saber la

responsabilidad de perpetuarse como especie y como

divinidad en esta existencia con idioma de paz.

Pescadoras de ignotos frutos, vivo ancestro que

se evapora en la solidez de la singularidad nutrida

en la gloria de un presente sin queja celular, asomada a

su destino sin huir de su ingenio como creadora de historia,

espléndida con su aroma de savia, con su vida de alta

mujer hermosa y transeúnte, con boca de cielo y palabra mineral,

expresión indígena que aun sitiada en la violencia, lucha

como potencia, cumpliendo su trayectoria ante el incentivo de

diamante espiritual sin máscaras, antigua como

Dios, su paisaje se viste de armonía, soberbia y colosal

en su vitalidad como monarca de su hogar, con lunas

desveladas y soles formadores que no negaron la

cuna de sus hijos, adulta en su condición de iluminada.

 

Madre de verdad, calmante y propiciadora de visiones sin reservas,

de futuros esplendores, magnífica en todos sus caminos,

arrulladora oceánica para reavivar la alegría en el niño que

humanizará la palabra como clave de amor unificado

enamoradamente con el aliento diario de una madre

que le cantó diariamente con guitarras no evasoras

para que alcanzara cada uno la estatura correspondiente,

maternos labios de amor que repitieron los nombres

como llamado y antena al cielo, entregando con dolor

el fruto del que siempre supo no le pertenecía, más ella

en su trilogía palpitante de padre, madre y espíritu santo,

como el motivo de su propia vida entregó sosegada el

prodigio de su incentivo de servicio en la hermosura de

laureles y líricas campanas, cuna de los espíritus sin tiempo.

Madre con moral de diamante, jamás extraviada porque

asumió sin rebeldía la verdad de la ciencia y de la ley divina,

leída en la biblioteca de su impronta que aunque retadora

de los muros de silencio, surge como colmenar amoroso

para capitanear este legado de abuela espiritual,

gladiadora de libertad y de poder interno,

consejera del frío y del calor como casa abierta de

amor donde cupieron todos los hijos propios y

ajenos sin discriminación generosamente como

abundantemente se le fue otorgado este don con

su itinerario con sabor a puerto nuevo en cada vida redimida,

con los únicos recuerdos de permanencia, una visión

edificada en la eternidad con querencia de regocijo,

siempre con el corazón como un poema.

 

Mujeres de perla y oro con olor a hierbabuena,

estremecidas sin yugo en su nave con timonel liberador y amigo

creando caminos y montes y uno que otro atajo ante el necesitado

refugio de los dolores que necesitaron su afecto evangelizador

en un bíblico trinar que embriagara el corazón en los

momentos de desconsuelo bajo el eco inmortal del

Dios indetenible y La Madre de los Cielos equilibrista del

amor y la justicia, imitadora del rocío de siempre,

concertadora en su bodega inextinguible, volando de sueño en sueño

como artista del nacimiento de cada ser que cumplirá su misión

asombrados ante el milagro de cada amanecer.

Flor en mitad del alma, su abolengo recrea el paisaje interior

coronado en cada edad cumplida entre espacios y luceros y

un sonreír de mujer, dama y señora adorable sin queja alguna,

guardadora de secretos y esperanzas, contempladora suavísima

como ramillete musical, adelantada en cada parcela amorosa

con pies a tierra y corazón al viento, alcázar del refugio cantada

orquestalmente en su integridad de ser y de verbo que guía

aun en vendavales el anhelo puro de cada hijo exaltando su

memoria de valores superiores con conciencia sublime,

limpiando el corazón de pretéritas ruinas, haciendo vida de

hoy para mañana amando todo y comprendiendo todo, buena juta y sabia.

 

A ti Madre que permaneces como magnate del amor,

que supo de las caídas del alma y las vigilias en las noches cuajadas

de tinieblas con el dolor hondo de la vida que muerde, a ti

Madre temblorosa con tu voz siempre limpia presta a resucitar

cuando golpeada y en pedazos surges entre las ruinas regresando al

jardín que sembraste en el alma entonando la difunta melodía de

los hijos que te despreciaron y con el vigor del sol de la gloria

atajaste las piedras que cambiaste por claveles orando ante el

Padre refulgente con la cruz de hazañoso valor y aun herido el

corazón triste y desengañado, la madre espera que su amor tenga

eco ante la lumbre de esta herencia eterna de llamarse Madre.

Autora : Dra. Victoria Lucía Aristizabal

 

San Valentín

Ilustraciones

Silvita

Diseñadora, Casada, dedico mi sitio a preservar el Arte y la Cultura Infantil, A la memoria de mi sobrina Laura Ambrosio Battistel. Material uso escolar y docente

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