Momento de Reflexión esperanza en la vida cotidiana
Momento de Reflexión esperanza en la vida cotidiana
©Victoria Lucía Aristizábal
¿Hay alguna esperanza en la vida contemporánea, de una religión sana y madura?
La respuesta es “Sí”.
Toda la naturaleza resuena con la afirmación de Dios.
Y solo resta al ser humano prestar oído a estas reverberaciones divinas dentro de su alma.
El momento que vive la Iglesia Católica es turbulenta –para ellos-.
Nuestra fe no se estrella cuando no es dependiente.
De unos guías que no supieron conducir a los feligreses por el verdadero camino de Jesús.
Más ahora nuestra alma se encuentra preparada para asumirlo sin temor alguno.
Sin pensar que dependemos de seres cuya ambición y poder los ha extraviado.
Es un momento de hallar consuelo y certeza en lo que verdaderamente nos enseñó nuestro Padre Celestial.
Y para todo corazón hambriento sabe que puede satisfacerse espiritualmente en las leyes morales.
En el compromiso de una vida vivida correctamente.
Porque hemos sido dotados de cerebros y conciencias.
Que salvan las consecuencias de los desmanes de todos los que pudieron ser guías sabios.
Y no nos enseñaron a encontrar la grandeza de Dios.
A discernir sobre su verdad.
Sino la catástrofe del exilio cuando el mundo está siendo sacudido hasta sus cimientos.
La madurez espiritual depende de cada uno cuando se supera todo lo pueril.
Y se entra en la frecuencia de la divinidad sabiendo que “Dios no puede hacer nada que burle su ley moral.
No es un monarca que puede ser sobornado.
Para que pase por alto las violaciones a los principios sobre los cuales se basan la tierra y la sociedad humana”.
Dios no hizo marionetas morales pendientes de la yema de sus dedos.
Nos dio la libertad de elegir el bien en vez del mal, nos dio la libertad de forjar nuestros propios destinos.
Ha hecho de nosotros individuos, capaces de seguir la propia intuición moral.
Y tomar las decisiones que constituyen la verdadera esperanza del mundo.
Dios ha hecho un mundo en el cual no estamos solos.
Donde todo lo que hacemos afecta inevitablemente a un círculo que se ensancha constantemente.
Estamos todos ligados y somos recipientes de las bendiciones que no hemos creado.
La sociedad es el Don de Dios en la tierra y nuestra dependencia mutua.
Puede ser aún Su suprema bendición.
Y aunque hay momentos en que desearíamos que Dios interviniera en nuestros destinos dramáticamente.
Para que elimine el dolor de nuestros corazones y la increíble crueldad que reina entre las naciones.
Más debemos disciplinarnos y comprender el alcance de nuestra pretensión.
Que no es más que el amor de un niño.
Para que el padre ignore o arrase con todas las leyes de la existencia social y humana.
Anule todos los principios de la gravitación moral y proteja a la humanidad de las consecuencias de su propia locura y debilidad.
Aunque hemos malversado la libertad de elección violando las leyes morales.
Hoy nos es absolutamente imprescindible retomar nuestro compromiso.
Con la vida en esta tierra cuajada de molinos que nos impulsen a que nuestras turbinas bullan de poder.
Hacer uso de nuestros dones y construir un mundo justo.
Nuestra inteligencia actual nos dota de la llave para abrir la caja de caudales de energía.
Las herramientas de la vida, la supervivencia incondicional.
Una comunión diaria con Dios, haciendo uso de los canales de su divino mensaje, como buen amigo.
Como jefe heroico, como potencia del amor y la creación, como fuente de plenitud y salvación humana.
Este es un mundo de relación de enorme energía creadora.
Un inagotable reservorio de amor, verdad y belleza.
Recordemos que los factores negativos y perversos que operan en el mundo.
Acaban por subordinarse a las potencias afirmativas de la existencia.
Dios se nos revela diariamente en las humildes ortigas de los seres humanos buenos.
Y la religión de hoy y de mañana exige la verdad.
Crea el amor y busca la justicia en su esencia.
Amor, simpatía y relatividad son el marco de Dios para el mundo.
Los valores los encarnamos y los transmitimos.
Y podemos ser embajadores de lo divino en la manera de vivir nuestras vidas.
Representando bien el país de Dios.
Hoy necesitamos encarar a Dios en una forma dinámica.
Más madura y menos vulnerable y no es Dios quién ha cambiado.
Somos nosotros que hemos cambiado al crecer en visión del mundo y experiencia.
Es la capacidad de salvación que se revela en la naturaleza y en la existencia humana.
En redes de relaciones, en incontable situaciones y campos de operación.
Donde el mal es vencido y el bien triunfa.
Dios está en el dolor del crecimiento.
En la semilla de la tristeza, en la gloria del pensamiento.
Y en las leyes de la plenitud y esto requiere genuino crecimiento.
Madurez que no depende de otros para lograrlo.
Es nuestra sociedad con Dios sentida profundamente.
Una religión basada en el renacer de la confianza de la vida, colaboradores responsables de Dios.
Autora : Dra. Victoria Lucía Aristizabal