El buen yaucano letra de Navidad

El buen yaucano

EL BUEN YAUCANO, letra y música de navidad

El buen yaucano

El buen Yaucano Autor: Amaury Veray 
Quisiera, niño, besarte y San José
no me deja, dice que te hago llorar,
verdad que aun así me dejas.
Ha nacido en un portal llenito de telarañas
entre la mula y el buey el Redentor de las almas.
En Belén tocan afuera del portal
sale una llama es una estrella del cielo
que ha caído entre las pajas.
Yo soy un pobre yaucano que llega de Yauco aquí
y a mi niño Dios le traigo un gallo quiquiriquí.
Ya los sabes, niño hermoso, soy del pueblo del café,
y si quieres dos saquitos también yo te los traeré.
Yo soy Juan el verdulero que vengo de la montaña y
te traigo viandas buenas desde mi humilde cabaña.
Al Niño recién nacido todos le ofrecen un don yo
como no tengo nada le ofrezco mi corazón. El buen yaucano música Música de Navidad


Hace mucho, mucho tiempo, vivía en un país mágico

un humilde zapatero, tan pobre,

que llegó un día en que sólo pudo reunir el dinero suficiente

para comprar la piel necesaria para hacer un par de zapatos.

– No sé qué va a ser de nosotros – decía a su mujer-,

si no encuentro un buen comprador o cambia nuestra suerte.

Ni siquiera podremos conseguir comida un día más.

Cortó y preparó el cuero que había comprado con la intención de terminar

su trabajo al día siguiente, pues estaba ya muy cansado.

Después de una noche tranquila llegó el día, y el zapatero se dispuso a comenzar

su jornada laboral cuando descubrió sobre la mesa de

trabajo dos preciosos zapatos terminados.

Estaban cosidos con tanto esmero, con puntadas tan perfectas,

que el pobre hombre no podía dar crédito a sus ojos.

Tan bonitos eran, que apenas los vio un caminante a través del escaparate,

pagó más de su precio real por comprarlos.

El zapatero no cabía en sí de gozo, y fue a contárselo a su mujer:

– Con este dinero, podré comprar cuero suficiente

para hacer dos pares.

Como el día anterior, cortó los patrones y los dejó

preparados para terminar el trabajo al día siguiente.

De nuevo se repitió el prodigio, y por la mañana había cuatro zapatos,

cosidos y terminados, sobre su banco de trabajo.

También esta vez hubo clientes dispuestos a pagar

grandes sumas por un trabajo

tan excelente y unos zapatos tan exquisitos.

Otra noche y otra más, siempre ocurría lo mismo:

todo el cuero cortado que el zapatero dejaba en su taller,

aparecía convertido en precioso calzado al día siguiente.

Pasó el tiempo, la calidad de los zapatos del zapatero se hizo famosa,

y nunca le faltaban clientes en su tienda, ni monedas en su caja,

ni comida en su mesa. Ya se acercaba la Navidad,

cuando comentó a su mujer:

 – ¿Qué te parece si nos escondemos esta noche

para averiguar quién nos está ayudando de esta manera?

A ella le pareció buena la idea y esperaron agazapados

detrás de un mueble a que llegara alguien.

Daban doce campanadas en el reloj cuando dos

pequeños duendes desnudos aparecieron de la nada y,

trepando por las patas de la mesa, alcanzaron su superficie y

 se pusieron a coser.

La aguja corría y el hilo volaba y en un santiamén terminaron

todo el trabajo que el hombre había dejado preparado.

De un salto desaparecieron y dejaron al zapatero y a su mujer estupefactos.

– ¿Te has fijado en que estos pequeños

hombrecillos que vinieron estaban desnudos?

Podríamos confeccionarles pequeñas ropitas para que no tengan frío.

– Indicó al zapatero su mujer.

Él coincidió con su mujer, dejaron colocadas las prendas sobre la mesa

en lugar de los patrones de cuero, y por la noche

se apostaron tras el mueble para ver cómo reaccionarían los duendes.

Dieron las doce campanadas y aparecieron los duendecillos.

Al saltar sobre la mesa parecieron asombrados al ver los trajes, mas,

cuando comprobaron que eran de su talla, se vistieron y cantaron:

 – ¿No somos ya dos mozos guapos y elegantes?

 ¿Por qué seguir de zapateros como antes?

Y tal como habían venido, se fueron.

Saltando y dando brincos, desaparecieron.

El zapatero y su mujer se sintieron complacidos al ver a los duendes felices.

Y a pesar de que como habían anunciado, no volvieron más, nunca les olvidaron,

puesto que jamás faltaron trabajo, comida,

ni cosa alguna en la casa del zapatero remendón.

 

Silvita

Diseñadora, Casada, dedico mi sitio a preservar el Arte y la Cultura Infantil, A la memoria de mi sobrina Laura Ambrosio Battistel. Material uso escolar y docente

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