Y mirarán absortos el claror de tus huellas,
y clamará la jerga de aquel montón humano:
«Es un ladrón de estrellas…» Y tu pródiga mano
seguirá por la vida desparramando estrellas. . . .
Revolotea con su grácil silueta,
coloreando piruetas,
como si fuera una dama de cristal,
y de puntillas, a su flor hace cosquillas
y su danza es una estela de coral.
Brinda arrullo y regazo como el árbol y el ave
a la desolación de mis días aviesos.
La miel de sus palabras desciende hasta mis huesos;
con el blanco rumor de una lluvia suave.