Una de las
características de la cultura es hacer de las personas simples
personas complejas, con tanta información que a duras penas se
reconoce, muchas veces, lo genuino de la experiencia propia de
los préstamos tomadas de la sociedad. En cuanto se alcanza el
uso de la razón, parece el devenir del hombre permanentemente
abocado a una vida compleja, cuya mezcla de influjos le
confieren desarrollo y le restan sencillez. Ese progreso del
hombre debe realizarlo intelectualizando las ideas para
enriquecer la voluntad, sin ceder en su propio modo de ser.
Se podría
considerar dos formas de simpleza intelectual, una la de quien
carente de relaciones conserva un estado de conocimientos
elementales, y la de quien, aun bien relacionado, no acierta a
consolidar una coherencia intelectual, dejando en sus juicios
traslucir las influencias externas sin la correspondiente
selección y maduración de su personalidad.
Conservar la propia
forma de ser como un valor no debe generar renunciar a una vida
rica en relaciones, lo que debe hacerse es ejercitarse en
distinguir en cada información los contenidos relevantes y los
intrascendentes. Los primeros, categorizarlos distinguiendo su
raíz esencial; los segundos, recordarlos en lo que puedan tener
de anecdóticos. Esa tarea de simplificar es necesario tomarla
como un hábito intelectual, porque quien se aprecia sabe hasta
cuánto puede abarcar su mente, y la conveniencia de preservarla
libre de una saturación que le induzca a razonar bajo presión.
Descomplicarse y
simplificar es una actitud responsable de quien quiere ordenar
su vida desde una jerarquía de valores, lo que se opone a la
simpleza de una personalidad vacía de criterio para distinguir
lo trascendente y lo vano, lo provechoso y lo vulgar.
Simplificar en este contexto correspondería a una oposición a la
simpleza o lo simple, porque la simplificación se realiza
poniendo orden en la composición, mientras que lo simple
refleja: o bien carestía de ideas, o acumulación de las mismas
sin orden ni concierto.
El mundo de hoy nos
invita a ser extraordinarios, a competir continuamente como si
estuviéramos en una carrera donde no sabemos a dónde llegar,
pero la motivación que nos inculcan es la lucha por un resultado
que nunca termina de elevarse. Las exigencias en todos los
sistemas son cada vez mayores y esto ha llevado al ser humano a
enfermarse, a llenarse de angustia y a sentirnos derrotados,
otros quemados, otros compensando con conductas adictivas y
muchos ya yacen en una tumba porque no pudieron con ese
compromiso y es por esto que estoy creando este sistema que
llamo CONCOR como una apócope de COMÚN Y CORRIENTE porque
considero que es menester sentir que podemos vivir la vida de
acuerdo a nuestro propio ritmo y frecuencia.
No llegamos a este
mundo para correr sino para comprender, aprender, sentir, fluir,
realizar, vincular, amar, ser y fortalecer, todos estos verbos
nos acompañan común y corriente porque nuestra naturaleza nos
impulsa sabia y naturalmente para lograrlo, si no lo hacemos es
porque nos frenamos, porque le ponemos trabas a nuestra mente
interpretando la realidad de una forma distorsionada, porque nos
llenamos de miedo y no de valor, porque nos paramos a ver lo que
hacen otros en vez de hacer lo que sabemos que podemos lograr.
Soy la costumbre,
ese “común y corriente” de la vida que se repite y envejece sin
multiplicar creativamente la tarea porque le falta ese
ingrediente que en la puerta del cerebro nos emplea, nos dirige
y administra los bienes que en los bancos de la confianza
atracan a pedirnos paz y creatividad.
La ociosidad nos
entumece y nos lleva a despertar las mariposas de la ansiedad y
la sugerencia de la alianza entre corazón y mente es que le
demos a la vida el frescor con generosidad hora tras hora,
haciendo todo el mundo mío, una posesión generadora de
interpretaciones de la realidad que no son indiferentes a la
superación, porque no solo la aplican, la encienden y la
entienden.
Por eso no se puede
maniatar al pensamiento, hay que exhortarlo a volar y abrirle la
puerta de la palabra para que el mundo advierta que no tengo
solo piel sino alma, que mi vida no es un intento sino la
motivación como el contento y no hay aislamiento porque el
corazón nunca es desierto, siempre esta despierto cuando ama y
valora la fuerza de surgir por cada poro. Por eso la palabra nos
asegura el vuelo que es nuestro carnet de identidad.
No soy una isla que
el mar separa, no soy común, aunque sencilla sea mi propuesta yo
sé que en alguna ribera se abrazará y no vivo sola porque este
mundo es patrimonio de todos y me siento amparada por la fuerza
espiritual que la inmortalidad depara para quiénes en sus
proyectos se afianzan para hacer trueque con esos seres que
dejan fluir la verdad por sus caminos y aunque encuentren
obstáculos su espíritu no duerme en los pergaminos, hacen de sus
rasgos un alegre cantar más genuino, irradiando su luz como faro
celeste.
Soy la vida en
corriente y no alzo muros, solo busco ese especial momento común
que con mi ser total capturo. Observo, escucho, delibero y hago;
si en este mar minúsculo naufrago, en otro igual me repondré
mañana.
Hay una soledad
común que no aprisiona, sino más bien libera, al elegido, por
ser él quien la llama; ni hay olvido, ni espíritu, ni cuerpo,
que abandona. En esta soledad enriquecemos en el corriente
silencio que fructifica ese íntimo arsenal que enflaquecemos
porque no tiene comparación ni es por nada turbador y que podrá
vencer, iridiscente, la llama incombustible de la mente,
rompiendo sobre mí en luz y calor.
La sensatez y la
sabiduría expresan la más alta y pura idea con minúsculo empleo
de lenguaje. “Sólo sé que no sé nada” lo dijo Sócrates muy común
y corriente y aunque me diga la gente que esto es muy raro
porque la ignorancia no obcecada puede ser camino y guía hacia
lo que aún no sabemos, hay que recordar que en la brevedad de
esta vida poca corriente tenemos para cambiar de común a mágico,
esa esfera que no se cierra porque está ajena al estallido del
orgullo y la elegancia porque hay esa corriente de poderío y
nobleza que con su brío germina en campo y destreza y jamás peca
con arrogancia porque naturalmente crea su importancia cercana a
la tierra y cercana a la prestancia.
¿Quién me escribirá
mi biografía?, nadie puede hacerlo más que yo misma, solo se
quién soy en lo común y en la corriente de las palabras que con
mi mente en el papel traspaso y atino a colocar eventos que
tengan relevancia dejando al descubierto siempre lo común con
quién me adhiero sin sonrojos y dejando por supuesto las
congojas que en la corriente que la vida suelta, se van a la
nada de donde vinieron sabiamente.
Hay humor en mi vida cuando me río de mí
misma porque la sabiduría de lo cotidiano me muestra que hay que
tomar ciertas cosas con seriedad y reírse sin herir y con
gentileza de esa amiga que llevamos dentro y veremos reducir a
la ansiedad que se genera cuando en los apresuramientos
indebidos dejamos aplazando las tareas que se deben cumplir en
su momento oportuno y mirarse en el espejo es lo más aconsejable
para decirle a las neuronas correspondientes con agradecimiento:
¡que milagro seguir con vida así sea en lo común y corriente!.
Por eso amigo/a ríete del extraño, del adversario y cuando lo
hagas te darás cuenta que la ansiedad se reduce y que luego la
conciencia te conduce para valorar lo que comúnmente es una
interpretación tuya tan simple como simple es vernos con la
desnudez de un alma blanca.
Hallo en el
silencio humano, soledad y compañía y prístinos rumores, que en
luz opaca y vívidos colores tejen estimulante sinfonía. No tengo
sed de nadie ni me guía afán alguno. Mirlos, ruiseñores, mecen
mi oído; profusión de flores me colman de fragancia y lozanía.
Y el arbolado sobre mí construye, viviente templo sencillo en
que se intuye la caricia del hálito divino. Voy sin prisa, y a
nada forastero siguiendo, cuando lo hay, cualquier sendero, y en
ausencia del mismo, abro camino.
No te preocupe el
hoy, ayer o mañana; vive tu vida instante por instante, ajeno a
admonición o consecuencia. No será más feliz quien más se afana,
ni cuanto se te anuncia fulminante habrá de suceder en tu
existencia. Iglesia, hogar, taller, tiempos lejanos sin reloj,
ni ambición, más que atesora la erudita inventiva creadora de
clásicos gentiles y cristianos. Esa biblioteca, mágica colmena
de amanuenses cuya épica faena rescató una cultura moribunda. Y
a golpe de campana, día a día, cada común y corriente, en
silencio, resolverá tu propia vida en humildad profunda.
Vivimos en un mundo
turbulento, mas no definitivo; quien no ensaya, nunca podrá
cruzar la última raya, y quedará abatido, en vencimiento. No es
problema caer si se tropieza es porque se camina con firmeza, y
esto implica de pronto levantarse. El dolor que no mata,
fortalece. Y sólo quien lo intenta, prevalece sin desesperación,
sin apagarse.
Es tan común abrir
los brazos para un incondicional acoplamiento porque abrazar es
bálsamo de acogimiento, una oferta corriente que nos traspasa
una energía que de alma está encubierta, es una misión de
entrega a la que damos reconocimiento porque se siente tan
adentro que suele conquistar al corazón, la mente y el cuerpo y
se vuelve táctica y experta la forma de estirar los brazos y
envolver a un cuerpo amigo, a uno que estamos conociendo y
bendito sea el abrazo de la familia, de los padres, los hermanos
y los hijos. No tiene esta ofrenda algo llamativo que ostentase
algo superficial, es tan espontáneo y natural que
automáticamente se agiganta en nuestro ser.
Que alcurnia sin
embargo tiene la indiferencia, la vestimos de nuestra crónica
ignorancia cuando el amor esquivamos y solo la superficialidad
entendemos adornándola de elegancia y es con esta altisonancia
que con rostro adusto a nuestro prójimo vemos, una infinitud de
arrogancia, basta observar aquellos que cierran sus puños en
señal de alejamiento. El necio, indefectible petulante, quedará,
en tal discurso rimbombante, de su absoluta necedad será
cautivo.
Qué largos son los
días del hastío, son extraños para el aburrimiento y comunes
para la motivación y el entusiasmo que en su corriente de
sabiduría solo atina a decir “yo quiero y puedo” silenciando el
murmullo del gentío perezoso que va consumiendo la lámpara de
Dios encendida y acelerando el frío y frenando la hermosa
corriente que fluye por la senda de la vida que suaviza cada
herida y las ideas positivas las abriga sin fatiga, tomándose su
tiempo que naturalmente espera para lograr lo que con tanta
constancia ha dedicado en su tarea para el desarrollo de cada
habilidad.
Me llama la voz
verde, rumorosa, de la naturaleza, que ejercita su poder
seductor cuando me invita a visitar su placidez frondosa. Fui,
de joven, asidua a su gozosa convivencia, fruición que no
marchita ni el galopar del tiempo, ni la cita con el quehacer
diario que a veces agota, más cuando mochila al hombre los
comunes seres humanos nos asombramos a campo abierto porque
hacemos parte de un íntimo concierto seducidos por el embrujo de
cualquier jardín que naturalmente está diseñado por El Creador
para nosotros.
Si la historia es
maestra de la vida, qué necios sus discípulos han sido, que en
tantos siglos aprendieron nada. Continuamos la lucha fratricida
en un mundo de agravios, sumergida y esto que parece un común
denominador es dentro de los millones de seres que hoy somos el
factor irracional de unos pocos y esos si tienen título, el de
estupidez, el de ánimo inactivo de quien intenta hacer, mas no
se atreve. Antítesis, avance compulsivo en una y otra dirección,
que en breve ataca y avasalla, y no promueve ni armisticio ni
paz. No es receptivo. Pobre todo aquel que ostenta el poder
siendo ignorante y en sus fúnebres laureles exige amor entre
rayos y truenos.
Exhausta de trivial
vagabundeo, esa mente que en negatividad esforzada se teje
enredando el hilo de la vida y tristemente hace permanencia y en
su terquedad tiene que fabricarse máscaras para falsificar una
sonrisa que le de permanencia ante un vulgo que con este
comportamiento comulga y que difícil sostener este aleteo donde
no hay transparencia, esa común y corriente que muestran los
niños en su autenticidad y que en recíproca adherencia no tienen
bloqueo cuando sus guías parentales les educan con ese amor
natural y espontáneo. Que hermosa manera de vivir así
sencillamente, es una solución que no fuerza a la unión, sino
que se convierte en conquistador simple que no tiene que
adornarse más que con su alma y que en su mirada transparenta.
En compañía de mi
cuerpo existo, que nunca calla, y a menudo grita. Dentro, el
alma, si tácita, elocuente. Esto es común y corriente, algo que
palpita en cada ser humano cuando quiere sin volverse
ambivalente, sin exigir armonía, sí inocente validando un pasado
que fue juguete con la imaginación desbordante, auténtica y
valiente. No lo turba bullicio indeseado de gentío locuaz y
caminante, ni la industria, ni el tráfico rodante brinda
serenidad de despoblado. Mas, ¿sobre qué parámetros de suelo se
alzará el edificio del modelo, nivelando belleza y solidez?
Pienso que toda intención de convivencia es castillo en las
nubes, existencia huérfana de cimiento y sensatez.
No entiende el
necio la expresión serena, ni el golpe de razón en ella inscrito
solo entiende la lógica del grito, irracional mensaje de
verbena. Un cerebro vacío se rellena de clamores, no ideas; ha
prescrito la luz en él, quedando tan marchito como rosa
muriéndose en la arena. La voz de muchos tiene el fundamento de
pocos o de nadie, es argumento, sólo al desinformado,
convincente.
Te voy a presentir
hasta crearte, dependerás de mí, sin poder irte, siendo de mí
realización y parte; como tal, no tendré que persuadirte, mi
afán, darme será; tu anhelo, amarte común y corriente como ama
quién no busca con desesperación porque ya se ha encontrado,
conocido y valorado. Que corran tiempos de paz, no de contienda,
la fuerza elude fines destructivos, nútrase el del cerebro, y
sus archivos sean el arma que esgrimimos vivos, pues nadie habrá
que, muertos, nos entienda. Tiempos de paz. En mi simpleza,
sueño con un mundo feliz que yo diseño, cuyas celebraciones no
se acaban, porque común y corriente es el ser humano que busca
la paz que desde su niñez se entiende.
El valor de la
sencillez
Una persona que
practique la “sencillez” como norma de vida será un individuo
que a pesar de los ascensos profesionales, sociales o económicos
que logre en su vida personal no olvidará el hecho de que sus
semejantes son seres humanos, que merecen Respeto y que tienen
un valor como individuos, el cual debe tenerse en cuenta. En
sintonía con esto, su trato debe ser de igual a igual, con sus
semejantes, sólo por el hecho de que ambos son humanos,
independientemente de las investiduras que haya designado la
civilización para cada uno de ellos.
Por el contrario,
existen personas que al apenas rozar el éxito o ganar un poco
más de plata olvidan de dónde vienen o quienes estuvieron con él
en su camino al triunfo. Una persona que tenga la Sencillez como
valor fundamental de su vida será una persona que siempre
tratará con respeto a los otros independientemente de los roles
o condiciones de cada uno, conscientes de que con esto cumple
con la responsabilidad social que le otorga su posición, al
tiempo que gana mucho más respeto y admiración.
Importancia de la
Sencillez como valor
En sintonía con
esto, disciplinas como la Psicología han señalado sobre la
repercusión que tiene en la vida de un individuo la práctica de
la Sencillez entre sus esquemas de valores, afirmando que una
individuo que sea sencillo será percibido por su entorno como
una persona íntegra, respetuosa, humilde y valiosa, lo que en
primera instancia le generará la posibilidad de poder establecer
relaciones interpersonales basadas en la confianza y la
admiración, así mismo su posición tomará mayor relevancia en la
medida en que a pesar de ella, la persona establezca diálogos
con sus semejantes con una actitud sencilla, humilde y
solidaria.
Así mismo, la
Sencillez está casi siempre relacionada con una alta Autoestima,
pues quien se sabe valioso e importante, no debe estar todo el
tiempo reafirmándoselo con actitudes irrespetuosas hacia otras o
demostraciones de poder innecesarias, por el contrario este tipo
de actitudes negativas están más ligadas con falta de
autoreconocimiento y un ego exacerbado, mientras que una persona
positiva, que se quiera a sí misma, será un individuo que
tratará a los otros con el mismo respeto que siente hacia él
mismo.
Adquisición de la
Sencillez como valor
A pesar de que la
Sencillez es un valor inherente al ser humano, los psicólogos
también han advertido sobre la pertinencia de inculcar y enseñar
este valor desde las etapas más tempranas, a fin de formar
individuos que en su vida sean conscientes de la necesidad de
tratar a los otros como sus semejantes, a través de prácticas de
respeto, solidaridad, siendo consciente de que una posición
social o económica no lo hace mejor ser humano.
No obstante,
algunos padres y maestros pueden llegar a sentirse desorientados
en la planificación de estrategias educativas que le permitan
sembrar y estimular en los más pequeños el valor de la
Sencillez, por lo que la Psicología también ha ideado una serie
de tips y métodos que pueden ser de utilidad. A continuación,
algunas de ellas:
1.- Como siempre
que se trata de la enseñanza de actitudes y valores, la
principal herramienta será el Ejemplo. De esta forma, un niño
que crezca viendo cómo sus padres tratan con respeto y empatía a
todas las personas con las que se relacionan, independientemente
de su condición social o económica, será una persona que
entienda que los humanos son humanos más allá del rol que
desempeñen en la sociedad.
2.- Igualmente, los
padres deben orientar a los niños en su relación con sus
semejantes, enseñándoles que cada uno de sus semejantes merecen
respeto, por lo que los padres no deben permitir en sus hijos
actitudes de acoso o burla, basados en situaciones raciales,
sociales o económicas, enseñando al niño por el contrario que
debe tratar a sus compañeros con respeto.
3.- Así mismo, los
maestros pueden desarrollar actividades en el aula que vengan a
reforzar lo enseñado por los padres en sus casas. En este
sentido, pueden escoger fábulas y cuentos que sirvan para
ilustrar el valor de la Sencillez, de manera lúdica y con un
lenguaje sencillo.
Ríe, mujer, ríe
amigo y en explosión sincera, la risa es común y corriente.
Nuestros labios se estiran con espontaneidad desde que miramos
los de nuestros padres o alguien que cercano nos alegra con su
cercanía afectiva y nos hace sentir que hay un instrumento
interno que es un factor común a todos los seres que venimos a
cumplir con este legado de humanidad y esa corriente de
felicidad se va convirtiendo en una cascada de carcajadas que va
dando lozanía a nuestro rostro y la risa se convierte en una
naciente primavera y sonreír cada uno lo hace a su manera. Risa
es gozo, sonrisa es optimismo, ruedas de transmisión del
mecanismo generador de la energía humana. Quien cese de reír, se
volverá viejo y pensará, al mirarse en el espejo, que se asoma
la muerte a la ventana.
Vinimos a este
mundo a caminar, jugar y correr, a abrazar la vida en todas
direcciones con esa paleta de emociones que como cántaro de amor
nos brinda el alma, así que quienes están en el mundo de no
hacer nada, esos que contemplan la vida sin construir la propia,
esos parásitos ineptos no son del común denominador, esos se
ajustan a conceptos que la indolencia a creado, gentes que hacen
brigada de ineptitud.
Tantos sueños
fraguados en la mente, y a plena voluntad, tanta utopía, ¿qué
son sino mentira que nos guía hacia un futuro poco convincente?
Soñar es común y corriente, mas quedarse soñando sin estar
haciendo es darle verdad a una fantasía que nos entrena al
desvarío secuestrando nuestro potencial y metiéndonos en un
mundo irreal muy cercano a la mentira y dejándonos decepciones
miles.
Camina por la vida
a paso lento, la euforia, no la prisa, de la mano, que no se
obtiene madurez, hermano, por acopio de edad, más de talento. La
juventud es más un elemento que mera fase del quehacer humano;
no la definen años ni el lozano festival de la piel, sino el
intento. La juventud de espíritu convive con cualquier otra
edad, y no hay declive de la vitalidad, ni deterioro. Común y
corriente será quién permite que su verdor permanezca y siga su
corriente como sabia para dar el fruto querido y no marchitarse,
aunque la edad pase. Quien joven se mantiene, aunque marchito,
hará en sí realidad el viejo mito de la primaveral edad de oro.
Empápate de gentes,
de regiones, de su cultura, tradición, paisaje, yendo siempre
ligero de equipaje, que no ocupan lugar las emociones. Habla,
escucha y observa, y las lecciones aprendidas al paso, en tu
viaje, archívalas veraz, sin maquillaje, que adorno es fraude en
todas sus opciones. Se te ha instalado un disco, la memoria,
cuya capacidad evocatoria despierta los recuerdos más dormidos.
A ti incumbe su fiel mantenimiento; es tu autobiografía, el
testamento que a ti mismo te legan los sentidos y común y
corrientes serán los más oídos. Siendo este mundo ilógico,
imperfecto, ¿cómo sortearemos los errores, baches en el camino,
indicadores del alto riesgo de cualquier proyecto? Quizá el
Supremo, Cósmico Arquitecto diseñó unos juguetes inferiores, no
para ser perfectos, ni mejores, más si para estimular el
intelecto. El traspié, el resbalón, son inherentes a la
naturaleza de las gentes, doctos y necios, casi por igual. Ah,
pero el sabio aprende de su errata, y el iletrado en seriedad
constata que en su adefesio hay mucho de especial.
LA IMPORTANCIA DE
SER AUTÉNTICO
Hay una calidad del
ser humano que considero estar por encima de otras: la
autenticidad. Este valor, que debería ser tan natural como el
agua, y que da coherencia a nuestras palabras, acciones y
pensamientos, me parece haberse convertido en una rareza. En un
presente que revela más confusión que claridad, ser consecuente
consigo mismo y mostrarse tal cual uno es representa una
necesaria práctica de vigilancia cotidiana. Es una atención
constante la que nos puede ayudar a no perder la coincidencia
perfecta entre lo que somos y lo que hacemos. Para cultivar
constantemente la verdad de nuestra íntima identidad y
manifestarla en el mundo.
Soy consciente de
que la dificultad de ser auténticos nace casi siempre de la
complexidad de saber profundamente quienes somos (nuestra
esencia más verdadera): descubrir o reconocer lo que nos anima,
que nos hace sentir plenos y en el centro de nuestra existencia
(y de nuestra misión en la vida). Saber quiénes somos es un reto
fundamental que debería ser el objetivo constante de nuestro
crecimiento y de nuestras actividades cotidianas. La intención
de quererse conocer, de desplegar completamente nuestra personal
y única naturaleza, es una actitud de amor hacia nosotros.
También es un regalo para los otros, porque el hecho de estar en
el centro de nuestro ser difunde a nuestro alrededor un aroma
que sabe a fuerza, a claridad, a valor, a alegría… ¡Qué sabe a
Vida auténtica!
Sin embargo,
múltiples son las deviaciones que impiden el contacto continuo
con nuestro ser auténtico. Buscar la superficialidad en las
cosas o en las personas, alimentar nuestros tiempos de vida con
contextos o interacciones vacías, no dar valor a las palabras,
no elegir constantemente las acciones según nuestro sentir más
verdadero…son sólo algunos ejemplos de dispersión diaria que nos
alejan de nuestro centro y ofuscan nuestra capacidad de
concentración. Sé que hoy en día casi todo, en el mundo, está
hecho para remar en contra de la verdad, de la sinceridad, de la
belleza, de la coherencia, de la honestidad espiritual, de todo
modo el desafío que se nos propone es lo de no abdicar los
valores que confieren, juntos con otros, dignidad al ser humano:
la audacia, la fuerza, la tenacidad.
Para no
confundirse, para no perder tiempo de vida persiguiendo modelos
inútiles, para no creer que el afán de abrazar múltiples
identidades siempre más “excéntricas o transgresivas” sea una
forma de encontrarse a sí mismo…de sentirse vivo y único.
Ser uno mismo es la
más sublime forma de originalidad. Ser sencillamente auténtico
es la verdadera expresión de sí, la verdadera libertad.
APRENDER DE LA
SENCILLEZ NOS HACE COMUNES Y CORRIENTES
-La persona
sencilla es descomplicada, va de frente, no tiene doblez.
-La persona
sencilla destaca sin proponérselo: es como si fuera de motor
gasoil, parece que tarda en arrancar, pero luego no hay quien la
pare.
-Quizá la persona
sencilla no es brillante porque no hace falta que lo sea; lo que
sí ocurrirá es que su presencia y su actitud cambian el entorno
y eso hace que acabes queriéndola más cerca
-La persona
sencilla es sincera, no va con segundas, por eso es el candidato
a amigo fiel. No espera un beneficio de ti, te quiere por ser
tú, independientemente de tu estatus o de tu dinero o de tu
físico o de lo que le puedas reportar.
-La persona
sencilla dice la verdad incluso cuando no es fácil hacerlo
porque ser sencillo está muy próximo a ser sincero.
-La persona
sencilla no prejuzga y no juzga, no piensa mal, lo que hace es
colocar las piezas del puzzle y ver qué es lo mejor que se puede
pensar de aquello.
-Las personas
sencillas suelen tener un denominador común: son personas que
practican la moderación. Les viene porque son templadas.
-Las personas
sencillas son simples. Es una persona a la que le gusta la
simplicidad no se enamora de lo superfluo, no pone su corazón en
los asuntos superficiales. Es modesta porque controla el modo de
buscar y desear los bienes exteriores con moderación. Y eso no
significa que no vaya a la moda. Sin embargo, lo que querrá por
encima de eso es ir de acuerdo con ella misma, con su
personalidad y con lo que quiere transmitir.
-La persona
sencilla tiene el arte de encontrar la adecuación entre lo
interior y lo exterior. ¿Lo que comunico de mí es realmente lo
que soy? ¿Soy lo que se llama “transparente”? ¿Me dejo conocer?
¿O pongo barreras para que no lleguen a saber con qué fin actúo
en realidad? ¿Me muevo más por lo que quiero parecer que por lo
que soy?
-La persona
sencilla es la que es, la que cree ser, la que dice que es, la
que los demás creen que es y la que Dios conoce
-La persona
sencilla se desprende de lo que sobra para llegar a lo esencial,
como cuando una va vestida a capas y se quita las que ya no
hacen falta. Es la descomplicación.
-Una persona
sencilla dice la verdad. Y la dice no como algo ajeno a ella,
sino porque le sale de dentro, pero no solo eso: resulta que
cuando decimos la verdad nos perfeccionamos a nosotros mismos,
nos hacemos mejores
-Una persona
sencilla es lo más próximo a un espíritu libre. Si actúa
realmente de acuerdo con los principios y la integridad del ser
humano, el ser sencillo lo único que hace es darle alas para
sobrevolar por encima de las comidillas, las conversaciones
sucias, las agresiones verbales, la prepotencia.
-La sencillez es la
virtud opuesta a la doblez (esa que tan maravillosamente nos ha
pintado Disney con Cruella de Vil o la madrastra de
Blancanieves). Por eso implica actuar con una intención recta
-La sencillez viene
a ser como los hilos de plata que se usan en la cirugía
plástica: no se aprecian externamente, pero sujetan todo el
tejido, lo estiran lo necesario y lo hacen más hermoso.
-La sencillez da
mucho bienestar, porque infunde paz y calma. Estar en sintonía
con uno mismo es lo que más nos aliviará. Parece mentira que un
valor aparentemente tan “flojo” tenga tanta fuerza. Pero la
naturaleza está llena de ejemplos en los que uno se queda
perplejo al ver cómo funcionan elementos aparentemente frágiles:
las hormigas, la tela de araña… Activar la sencillez, en este
sentido, puede llegar a desprender en nosotros la fuerza del
oleaje en el mar. No hay prisa, solo se trata de ponerse en
camino con un primer gesto.
LA PROFESION DEL
MEDAGANISMO
1. Para hacer lo
que te da la gana uno tiene que levantarse de la cama, andar,
lavarse, hacer sus necesidades, comer, tener dinero para comer,
trabajar, acatar órdenes en el trabajo, sentirse bien, hacer que
te quieran, tener un techo que te proteja, tener una habitación
para dormir, que la habitación tenga calefacción… tener un
cierto tiempo para hacer sus cosas, y en ese espacio de tiempo
poder hacer lo que te de la gana.
2. Si el hacer lo
que te da la gana lo sitúas en el mundo del arte esto supondría:
saber dónde está la gana, cómo crece, cómo desaparece, cómo se
mueve, cómo se escapa, cómo se resbala, pero fundamentalmente,
cómo se le da forma, es decir cómo se hace algo enseñable a
otras personas.
3. La gana, siendo
un estímulo primario, animal, instintivo, en el ser humano es
importante que entronque con el sentido. Las ganas con sentido
viven más, se desarrollan de mejor manera.
4. En el fondo,
hacer lo que te da la gana, en el mundo del arte o en cualquier
otro mundo, se podría traducir en que el balance disfrute -
agobio en lo que hagas, esté significativamente inclinado hacia
el disfrute, más allá del esfuerzo que pueda suponer todo ello.
5. Identificar el
hacer lo que te da la gana con la falta de esfuerzo en lo que se
haga o se deje de hacer, es un error propio de una cultura donde
se promociona y publicita una falsa idea de comodidad basada en
el consumo y de pereza basada en la imposibilidad del mismo.
6. La necesidad
humana de hacer lo que te da la gana es el eje donde gravita el
compromiso en descubrir quién es uno y qué es lo esencialmente
propio que te mueve y cómo te mueve. Hacer lo que te da la gana
no es hacer cualquier cosa, sino hacer lo que quieres, lo cual
significa ser capaz de identificarlo, sabiendo que eso es una
dinámica necesariamente cambiante, que evoluciona, y que para
bien o para mal nos va construyendo.
7. Paradójicamente
la mejor manera para hacer lo que te da la gana en esta sociedad
en la que vivimos supone poder hacer en grupo, es decir,
vinculando un conjunto de ganas orientadas en una misma
dirección. Porque, aunque aparentemente hacer lo que te da la
gana es lo más fácil, resulta que en la realidad es bastante
difícil.
II
1. Para hacer lo
que te da la gana tienes que o bien vivir desnudo en el campo y
no relacionarte con seres humanos o bien dormir en cajas de
cartón en la calle principal de tú ciudad o pueblo y vivir de lo
que te da la gente.
2. Si el hacer lo
que te da la gana lo sitúas en el mundo del arte intenta
convencerte de que la inactividad completa es realmente lo que
te da la gana hacer.
3. La gana puede
ser también caprichosa, inconstante. A veces a esto se le llama
ser rebelde.
4. En el fondo
hacer lo que te da la gana puede querer decir que o bien tienes
mucho dinero para poder afrontarlo o bien que acabarás
convirtiéndote en un resentido social.
III
1. Para hacer lo
que te da la gana tienes que construir un grupo de alta tensión
que contenga todo tipo de sexos en su interior, y no se tiemble
por el alquiler y se sobreponga constantemente a la falta de
sueño.
2. Porque ninguno
de los integrantes de ese grupo confía en que las cosas se las
den hechas, ni medio hechas, ni siquiera esperan que les den
algo a cambio de su vida, y por eso hacen lo que sea para
divertirse.
3. En realidad no
somos tan distintos que cualquier otro ser humano, pero, en una
cultura donde siempre te dicen lo que debes hacer, resulta raro
que se desarrolle esa pequeña capacidad de pensar por tu propia
cuenta. Y más raro resulta encontrar a algunos que hacen lo que
piensan.
4. Hacer lo que se
piensa no es garantía de que lo que se piense tenga a algún
interés para nadie más que para uno mismo.
5. Es más que
probable que en el ámbito del llamado arte se digan y se hagan
más estupideces que en cualquier otro ámbito. Hacer las cosas en
grupo no es garantía de que lo que se diga y se haga sea más o
menos estúpido.
6. Pero si le da la
gana de hacer un proyecto de organización, investigación,
exposición creativa, más vale que encuentre otras personas con
ganas similares para poder llevar las cervezas, barrer y pensar
cómo evitar la estupidez dominante, e intentarlo.
Amigo, amiga, el
futuro está ya casi a la vista, y ocurrirá, se quiera o no se
quiera; ni se prevé, se adquiere o se conquista, es él quien de
nosotros se apodera. Déjalo en paz. Bastantes avatares
enfrentamos al filo del presente. Llegue con alborozos o
pesares, siempre aparecerá tan de repente. ¿Qué hay del ayer? Ya
transcurrió; está muerto. Ni admite variación, ni da enseñanza.
Si la diera, serías tan experto, tan digno de atención y de
confianza…Pero el ayer es mudo; si nos grita seremos todos
sordos, o inconscientes. Tal vez, bajo amenaza, nos invita, pero
somos espíritus ausentes.
Llama la tentación,
y si no abrimos, no pasará de largo, golpeando con mayor
contundencia a nuestra puerta. Y al fin se la abriremos.
Sucumbimos, no ya por ser nuestro carácter blando, más por ser
tan magnífica su oferta. Piensa que si no tenemos como regular
nuestro comportamiento, será tan fácil extraviar la vida y
cuando eso suceda, quizás será muy tarde y este mundo de gentes
tan rebeldes que quieren hacer lo que se les da la gana, muchos
están ahora bajo tumba y otros adictos a cualquier sustancia,
muchos armadas y en desgracia, solos como zombies sin saber con
quién, dónde ni cuándo, no tienen una brújula que les dirija la
ruta correcta que nos da la vista clara de donde esta ese
horizonte que nos indica que estamos seguros y nunca perdidos.
La intelectualidad
honrada es común y corriente
La intelectualidad
no es un título, ni un grado, ni un premio, ni siquiera una
consideración social, sino una posición de lealtad de cara al
humanismo y a la ciencia. En una sociedad de los valores, el
intelectual se considera a sí mismo en permanente débito con la
perfección que le falta alcanzar a su saber, lo que le conduce a
la disposición de escuchar para aprender. En la sociedad del
poder, el intelectual intenta hacer valer una posición, por muy
relativa que sea, para en ese espacio imponer su criterio.
Incluso es posible que una misma persona intelectual adopte una
doble personalidad de acuerdo al entorno en el que actúa: En un
contexto puede ser absolutamente intransigente y en otro
receptivo, según le parezca qué prestigia en cada momento más su
posición.
El objeto del
intelecto es el saber, pero todo saber se posee de acuerdo a las
proposiciones que se consideran verdaderas por el juicio de la
razón, lo que no excluye que puedan existir otras proposiciones,
igualmente verdaderas, que puedan incidir en modificar el
contenido de cualquier saber enriqueciéndolo, que es como se ha
constituido la cultura universal que está en la fuente de todo
saber, porque nadie nace sabiendo y lo que sabe se lo debe a
quienes le han enseñado lo que sus antecesores han descubierto.
Ello debería mover a cada intelectual a no rehuir el debate de
sus ideas y tesis, pues el contenido de verdad que posean el
debatirlo no lo perjudica, sino lo reafirma; de los contenidos
que no estuvieran suficientemente fundamentados en la verdad, el
debate lo que origina es la necesidad de proseguir en esa
fundamentación hasta que no puedan ser rebatidos. De ese proceso
que se deriva de someterse humildemente a la crítica nadie puede
salir perjudicado si lo que realmente se busca es el imperio de
la verdad.
La permanente
proliferación de inteligencias humanas lógicamente debe
facilitar la renovación del saber, no sólo porque generen nuevas
realidades sobre las que anteriormente nada se podía decir, sino
porque incluso todo lo anterior pensado puede ser enriquecido en
virtud de haber muchas más cabezas pensantes indagando sobre las
condiciones de verdad de cada una de las proposiciones
realizadas en la historia. Siendo eso así, ningún intelectual
debería practicar el ostracismo de blindar sus ideas a la
posibilidad de una leal revisión, ya que la verdad se mantiene
por sí misma, con independencia de quien la proclame.
Reconocerse a sí
mismo como un coherente intelectual no depende del impacto que
las propias ideas puedan tener en la opinión pública, sobre todo
cuando la respuesta es halagadora, sino de la conciencia cierta
del contenido de verdad de cada proposición que las configura;
ya que el juicio público las más de las veces es tan superficial
como la carente fundamentación que se le ofrece de esas ideas.
La seguridad no se sigue del aplauso, sino de la efectiva bondad
del contenido de lo propuesto.
Un medio para el
intelectual de huir tanto del fervor del éxito como del
escepticismo del fracaso es recurrir a la prueba del papel. Se
trata de definir al ámbito de cada idea o tesis a partir de un
papel en blanco en donde se refleje la justificación de la
propia opinión, de modo que uno mismo tenga que realizar el
esfuerzo de argumentar las proposiciones que se ofrecen, su
coherencia, su razonamiento, las pertinentes argumentaciones
contrarias que se prevea se puedan realizar y la evidencia de la
razón que las descalifica, la valoración de la aplicación de los
proyectos... Se trata en examinarse uno a sí mismo con el mismo
rigor que se juzgaría la idea si proviniera de una persona
ajena, alejando la complacencia que no puede admitirse sino
cuando el juicio ajeno reconozca los valores de verdad en lo
propuesto, o cuando su crítica sea de tal modo rebatida que ella
no haga sino fortalecer la trascendencia de lo argumentado.
El objetivo último
de todo trabajo intelectual es la sociedad, no el
enriquecimiento de la propia conciencia, con la que la
satisfacción personal se identifica, y por eso el debate público
es incuestionable para alcanzar la proyección social de todas
las ideas. Consecuencia de ello es la parsimoniosa necesidad de
ir convenciendo a unos y otros de los contenidos de verdad de
las nuevas ideas, en cuya discusión más se gana que se pierde,
porque casi siempre se extraen elementos de verdad que añadir al
saber universal.
La mente simple
crea
La mente honrada
crea
La mente afirmativa
crea
La mente común,
auténticamente crea
La mente corriente
produce ideas para el bien común
Ensalza el valor de
tus acciones, y mantén la autoestima sobria o muda. Sólo el
necio es tan necio que se escuda en lo infalible de sus
convicciones. El sabio sabe errar; sus opiniones no son de
bronce o mármol, y la duda refuerza su pensar. Será tu ayuda,
descubriéndote múltiples opciones. La gloria, el éxito, el
descubrimiento no nos llegan de herencia; hay desaliento, noches
blancas, sudor, en su captura. Tal vez otro, en tu misma
circunstancia, lo hubiera conseguido. Tu importancia, si la
promueves tú, se desfigura.
La vida, ese motivo
de sonrisa, es de una inteligencia simple y sencilla que de
cualquier cosa se maravilla con frecuencia en sonora carcajada,
hace a muchos llorar, y es estocada que a quien quiere morir le
infunde prisa. Se puede proyectar, o se improvisa. Y sin embargo
de ella nos reímos, nuestra sola defensa. Si vivimos, es porque
a buen humor la derrotamos. No te dejes vencer. Ríete de ella,
aun cuando te deshace o te atropella, que mientras nos reímos,
avanzamos.
SER FELIZ CON
MENOS, ES MÁS
Sentirse bien con
uno mismo, aceptarse, valorar las cosas verdaderamente
importantes de la vida como son la salud y el estar junto a las
personas que nos quieren o ver la vida con la mirada de un niño
sorprendiéndonos y disfrutando cada minuto de cada día, son
algunos de los elementos que permitirán que nuestra vida sea más
positiva.
Hoy se habla mucho
de la felicidad como si fuera una meta difícil de alcanzar,
cuando analizo estas posturas que muchos profesionales de la
salud señalan como un indicativo de que sin ella no somos nadie,
me preocupa ver el afán de las gentes en creer que la felicidad
va más allá de las simples cosas de lo común y corriente, de
aprender a ser tu mismo/a y disfrutar con amor la oportunidad
de vivir esta vida que se nos fue dada como un milagro, un
milagro para potenciar y no para despreciar. Ser feliz es
permitirnos ser nosotros mismos disfrutando de las pequeñas
cosas que nos da la vida y si tenemos que afrontar situaciones
que enmarcamos con un cierto grado de dificultad, es un
excelente motivo para poner a prueba nuestra templanza, nuestra
capacidad de superación.
¿Cuáles son los
caminos que elegimos, esos que nos llevan a extravíos o los que
duplicamos en bifurcaciones, los que llenamos de ilusión y de
motivaciones, cordura y de buen tino? Hay senderos abiertos,
clandestinos, metas prohibidas, lícitos rincones, que complican
o impiden las opciones, pariendo efectos graves o anodinos. Sólo
multiplicándome podría afrontar cada senda, hacerla mía
ensayando a mi gusto cada extremo. Mas mujer exigua soy,
condicionada por derecho a elección, ciega invitada a optar por
lo banal o lo supremo.
