Tengo risa que se va multiplicando un milagro
Tengo risa que se va multiplicando un milagro
Victoria Lucía Aristizábal
Voy a reír. Mi risa hoy se vistiera
De grata amistad y nítido camino;
Lleva el sonoro timbre cristalino
Encontrando mi voz que así sintiera.
Sensible vivacidad se me aglomera
Como el centro de amor muy anodino
Pulverizando el grano, y lo destino
A mi propia hilaridad que me supera.
Mi humor recién cocido es más que gozo,
Crujiente al divertirse trozo a trozo,
Para ser compartido entre la gente.
Y quien se nutra de él irá escuchando
Mi risa, que se va multiplicando,
Un nuevo milagro en mi sentir latente.
Autora : Dra. Victoria Lucía Aristizabal
Educación para la libertad
¿Le interesa formar bien a sus hijos?
Pues, ¡edúquelos para la libertad!
Ahora,
¿qué es eso de educación para la libertad?
Yo le pregunto a usted,
¿le parece bien estar siempre encima de sus hijos,
decidiendo por ellos, protegiéndolos,
aún cuando tengan 30, 40 ó 50 años?
¿No le parece esto bastante incómodo
y hasta absurdo?
Pues, existen muchos papás
que en su subconsciente desean
hacer esto y no es correcto.
Los padres tienen que educar para la libertad.
De esa manera, sus hijos algún día tendrán
la capacidad de ser autónomos, de actuar
de acuerdo con sus propios criterios y valores.
Hay que educarlos para que sean ellos los
que decidan qué hacer con su propia existencia;
para que cada uno sea protagonista de su
propia historia y sean capaces de decidir
por sí mismos su propio futuro.
Para lograr esto, los papás tienen que
inculcar a las criaturas desde pequeñitas
una fe profunda en Dios, sobre todo, y
también en sí mismos; ayudarlos a que
crezcan con confianza en sus propias personas,
cultivar en ellos los más grandes ideales
e inyectarle los valores morales más adecuados.
La tarea de los papás es sembrar, de la manera
más inteligente y profunda posible, todos los
ideales y valores positivos y buenos.
Mientras más profundamente siembren
esto en sus hijos, y
se preocupen en cultivar adecuadamente
con mucho amor, verán florecer en sus
hijos una personalidad auténtica y fuerte.
Los papás deben comprender
que esta tarea implicará, definitivamente,
mucho tiempo de convivencia con sus niños.
Pero que sea una convivencia agradable,
amena, íntima, y que se desarrolle desde
las primeras etapas de sus vidas.
A medida que el niño pequeñito crezca
y adquiera más madurez y personalidad,
los papás deben acompañarlos en su desarrollo.
Ahora, acompañar no es estar encima de ellos
como un perro guardián, no es sobreprotegerlos,
ni impedirles que sean ellos mismos.
Acompañar es caminar a su lado y,
mientras más pequeño el niño,
más necesita sentir la presencia de sus papás.
Luego, a medida que va creciendo,
los papás deben separarse, alejarse poco a poco.
No en el aspecto, diríamos, físico o de contacto,
sino en el aspecto de permitir al muchacho y a
la muchacha que sean ellos mismos.
Ustedes, como papás, deben estar siempre a su lado,
aconsejándoles, velando por ellos,
pero no decidiendo por ellos ni opinando o
imponiendo la última palabra de
una manera tiránica,
porque eso no conduce a nada bueno.
Cuando comprenda que sus hijos son más hijos de
Dios y de la vida que suyos,
desempeñará mejor su papel de