Ayer y Hoy
Ayer y Hoy tímido romancesco, fe amor y esperanza
Humilde como el
voto del creyente,
bendito como el
ángel de mi guarda,
tímido, solitario,
romancesco,
fe y esperanza.
Como tú, virginal
y sin mancilla,
como yo, visionario
y entusiasta,
era el amor que
te ofrecí;
inocente, como
mi alma.
Ignoto, como
ráfaga perdida,
ardiente, como
lágrima callada,
torcido, desolado,
borrascoso,
amor de paria.
Triste, como el
destello de la
como la luna
solitaria, es el
recuerdo
de ese amor maldito,
como mi alma.
Pedro Bonifacio Palacios, Almafuerte
Palacios nació
en el partido de
La Matanza,
provincia de Buenos Aires,
en lo que luego sería
el pueblo de San Justo,
en el seno de una familia
muy humilde.
Todavía niño,
perdió a su madre y
fue abandonado por su
padre, por lo que fue
criado por sus parientes.
Almafuerte fue el seudónimo
con el que alcanzó mayor
popularidad, aunque no
fue el único que utilizó a
lo largo de su vida.
Su primera vocación
fue la pintura, pero,
como el gobierno le negó
una beca para viajar a Europa
a perfeccionarse, cambió su
rumbo y se dedicó a la
escritura y la docencia.
Ejerció en escuelas de
La Piedad y Balvanera,
en Buenos Aires.
Poco después se trasladó a
la campiña y fue maestro
en Mercedes,
Salto y Chacabuco.
A los 16 años de edad
dirigió una escuela
en Chacabuco;
donde, en 1884,
conoció al entonces
expresidente
Domingo Faustino Sarmiento.
Tiempo después fue destituido
por no poseer un título habilitante
para la enseñanza,
pero muchos afirman
que en realidad fue por
sus poemas altamente
críticos para con el gobierno.
En los pueblos
donde ejerció la docencia,
también alcanzó notoriedad
como periodista polémico y
apasionado,
poco complaciente
con los caudillos locales.
Pedro B. Palacios en 1913.
Luego de dejar la enseñanza
obtuvo un puesto dentro
de la
Cámara de Diputados
de la provincia de
Buenos Aires, y
más tarde bibliotecario
y traductor en la
Dirección General
de Estadística de
dicha provincia.
En 1887, se trasladó a
La Plata e ingresó como
periodista en el
diario El Pueblo
En 1894 retomó
su actividad docente
en una escuela de la
localidad de Trenque
Lauquen, pero nuevamente
fue retirado por cuestiones
políticas dos años más tarde.
A comienzos del siglo XX
participó un poco de la actividad
política, pero a causa de su
inestabilidad económica y
de que era reacio a aceptar un
cargo político,
ya que criticaba duramente
a quienes vivían a
expensas de los impuestos
de la gente, no lo hizo con
mucho entusiasmo.
Al final de su vida,
el Congreso Nacional
le otorgó una pensión vitalicia
para que se pudiera dedicar
de lleno a su actividad
como poeta.
Sin embargo
no pudo gozar de ella;
el 28 de febrero de 1917
falleció en La Plata, a la edad
de 62 años.