Buena parte de la tradición del árbol de Navidad se origina en una leyenda europea:
se dice que durante una fría noche de invierno, un niño buscaba refugio.
Lo recibieron en su casa un leñador y su esposa y le dieron de comer.
Durante la noche, el niño se convirtió en un ángel vestido de oro: era el niño Dios.
Para recompensar la bondad de los ancianos, tomó una rama de un pino y les dijo que la sembraran,
prometiéndoles que cada año daría frutos. Y así fue: aquel árbol dio manzanas de oro y nueces de plata.
Por su parte, los germanos vestían sus árboles en invierno (cuando perdían hojas)
para que los espíritus buenos que en ellos habitaban regresaran pronto. Los adornos más comunes eran manzanas
o piedras pintadas. Se dice que éste fue el origen de los adornos. Las bolas de cristal se incorporaron alrededor
del año 1750 en Bohemia. La costumbre del árbol se extendió por Europa y América durante el siglo XIX.
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