Ya llego la primavera mucha alegría felicidad y amor
Ya llego la primavera
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Ya llego la primavera
Se acabaron los que aserré
Y las chicas se liberan del
aprisionamiento del corset
puedes observar que hay
fallas en la ley de gravedad
Cuídate del calorcito que
te pone vacilo
Y de bajo del ombligo te suele
aparecer un dictador
bajo suspensión aumenta
más y más la población
La primavera
sangre altera
La primavera
Te sube la presión y te
acelera el corazón
La primavera
sangre altera
La primavera
Aumenta las tensiones y las
masas a expansiones
Déjate de vitaminas
Y aprovecha la ocasión
Como bien dice sardina apretad
a fondo el acelerador
Y la imaginación la pones al
servicio del colchón
La primavera
sangre altera
La primavera
Te sube la presión y te
acelera el corazón
La primavera
Te pone de aquella manera
La primavera
Aumenta las tensiones y
las masas expansiones
Y la imaginación la pones al
servicio del colchón
La primavera
sangre altera
La primavera
Te sube la Tensión y te
acelera el corazón
La primavera te pone de
aquella manera
prima rosa a a a
La prima Juana que bien esta
por las mañanas
prima Berta a a a
La primavera la sangre altera
primavera a a a
La primavera
The Sacados, letra, música
Antonio Machado
Retrato
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—;
mas recibí la flecha que me asignò Cupido
y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
mi verso como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñò el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansiòn que habitò,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje
y esté a partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.