La fuerza de la fe confía en su infinito amor
La fuerza de la fe confía en su infinito amor
Milagros de Jesús
Marcos 7, 31-37. Tiempo Ordinario.
Acércate a Jesús, te ayudará a saber escuchar y
a hablar bien de Él y de los demás.
Por: P. José Rodrigo Escorza | Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Marcos 7, 31-37
Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo,
por Sidón, al mar de Galilea, atravesando la Decápolis.
Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad,
y le ruegan imponga la mano sobre él. El,
apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos
en los oídos y con su saliva le tocó la lengua.
Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y
le dijo: «Effatá», que quiere decir: «¡Abrete!»
Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó
la atadura de su lengua y hablaba correctamente.
Jesús les mandó que a nadie se lo contaran.
Pero cuanto más se lo prohibía,
tanto más ellos lo publicaban. Y
se maravillaban sobremanera y decían
«Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos
y hablar a los mudos».
Oración introductoria
Aunque ni sordo ni mudo, frecuentemente
pareciera que lo soy, porque no te escucho,
Señor, y no hablo a los demás de la
experiencia de tu amor. Inspira esta
oración para que de ella saque la
fuerza de voluntad y sea siempre un
testigo fiel de tu amor.
Petición
Jesús, confío en tu infinito amor,
haz mi corazón semejante al tuyo.
Meditación del Papa Francisco
Pensemos en los muchos que Jesús
ha querido encontrar, sobre todo, personas
afectadas por la enfermedad y la discapacidad,
para sanarles y devolverles su dignidad plena.
Es muy importante que justo estas personas se conviertan
en testigos de una nueva actitud, que
podemos llamar cultura del encuentro
Reflexión
«Ve y dile que los ciegos ven, los sordos oyen, y
que ha llegado la liberación a los cautivos».
Así resume su misión Cristo, porque ha sido
enviado a curar a todos los enfermos y a
traer la paz a los hombres.
¿Cómo quisiéramos que se nos dijera que
todo lo hemos hecho bien?
La vanidad y la envidia nos entran cuando vemos
que otros son alabados por algo en lo que nosotros
tuvimos mucho que ver. Nos enojamos y
desearíamos que se nos alabara, por eso nace la
competitividad entre los hombres.
Pero si todo es por vanidad, cuando lo obtengas,
¿serás feliz eternamente?
Ya decía San Juan Crisóstomo al citar el Qoelet:
«Vanidad de vanidades, todo es vanidad».
Y lo decía con verdad, porque lo único que tiene
que importarnos no son las alabanzas, sino el hacer
bien las cosas por amor a Dios.
Todo lo demás sale sobrando.
Propósito
Que mi manera de actuar y tratar a
los demás revele el amor de Dios Padre.
Diálogo con Cristo
Padre Santo, soy sordo cuando no oigo
las necesidades de los demás, cuando
no busco entender su punto de vista.
Soy mudo cuando no pronuncio palabras
llenas de benedicencia sino de crítica,
por eso confío en que esta meditación, y
mi esfuerzo permanente por crecer
en mi vida de oración, me ayude a curar
esas malas acciones que me apartan de ser