La Virgen María llena en gracia y amor sublime

La Virgen María llena en gracia y amor sublime

La Virgen María llena en gracia y amor sublime

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llena en gracia y amor sublime

La Virgen María llena en gracia y amor sublime

ultima actualización 2022

 

María (madre de Jesús)
Según diversos pasajes neotestamentarios

pertenecientes al Evangelio de Mateo,

al Evangelio de Lucas, y a los Hechos

de los Apóstoles, como también

distintos textos apócrifos tales

como el Protoevangelio de Santiago,

María (en arameo, מרים, ‘Mariam’),

madre de Jesús de Nazaret, fue

una mujer judía de Nazaret de Galilea,

que vivió entre fines del siglo I a.C. y

mediados del siglo I d.C.

También el Corán (siglo VII),

libro sagrado del islam, la presenta

como madre de Jesús (Isa), bajo su nombre

árabe, Maryam o Miriam.

La presencia de María

en el cristianismo primitivo no

fue la de una simple testigo,

sino la de una personalidad

cualificada y en más de un sentido

única, partícipe excluyente de un

momento clave de la Historia de la

salvación, la encarnación de

Jesucristo (Lucas 1:26-38; Lucas 2:1-19),

y copartícipe de otros dos, la

crucifixión y muerte de Jesús

(Juan 19:25-27), y la conformación

de la primera comunidad cristiana

orante inmediatamente antes de

la venida del Espíritu Santo en

Pentecostés (Hechos 1:14).

El Evangelio de Mateo (Mateo 1:18)

y el Evangelio de Lucas (Lucas 1:27)

presentan a María como una joven

virgen cuando, en la Anunciación,

supo que estaba encinta por obra del

Espíritu Santo, sin concurso de varón.

Por esto, a menudo se la llama la

«Virgen María», o simplemente «la Virgen»,

en las Iglesias católica, ortodoxa, copta,

en la Comunión anglicana y en otras

denominaciones cristianas.

En las Iglesias católica y ortodoxa

se le atribuyen facultades de intercesión

ante Jesucristo, siguiendo a san Ireneo de

Lyon (siglo II) y lo narrado en el Evangelio

de Juan sobre su intervención en las

bodas de Caná (Juan2:1-11). En las

Iglesias antes citadas, la devoción a

ella se manifiesta a través de expresiones

diversas, que van desde declaraciones

dogmáticas y doctrinales marianas, hasta

oraciones a ella dedicadas, y títulos con

los que se la identifica, tales como

«Madre de Dios», o su correspondiente

término en griego, «Theotokos»,

éste último adjudicado a ella

tempranamente en el Concilio de Éfeso de 431 y

muy utilizado por la Iglesia ortodoxa.

También se la llama

«Bienaventurada Virgen María»,

en línea con el texto evangélico:
«

desde ahora todas las generaciones

me llamarán bienaventurada »

El nombre de María

Para los hebreos el nombre

no era un simple apelativo; estaba

íntimamente ligado a la persona.

Por ello usaban nombres que

describirían la personalidad, el carácter;

así, era muy usada la expresión

«su nombre será tal» cuando se

quería designar una misión o

carácter especial al niño por nacer.

María es un nombre conocido en el Tanaj

o Antiguo Testamento por haber sido

nombre de la hermana de Moisés y

Aarón,4 originalmente escrito como Miryām.

La versión de los Setenta lo menciona como

Mariám(Mαριαμ);

el cambio en la primera

vocal refleja la pronunciación

corriente, la del arameo que se

hablaba en Palestina antes del

nacimiento de Cristo. Al igual que

con los nombres de Moisés y Aarón,

que fueron tomados con sumo respeto,

el de María no se usó más como nombre

común, pero la actitud cambió con el

tiempo y fueron puestos como señal

de esperanza por la era mesiánica. En

el texto griego del Nuevo Testamento,

en la versión de los Setenta, el nombre

usado era Mariám. María sería

probablemente la forma

helenizada de la palabra.

Aunque en la Edad Media

se le buscó significados más piadosos

que exactos, bajo los actuales

descubrimientos arqueológicos,

«Alteza» o «Ensalzada» son los significados

más cercanos al nombre de origen hebreo.
María es asimismo conocida como

«Estrella de los Mares» o «Estrella del Mar»

(Stella Maris). Dicho nombre procede

de la interpretación de un pasaje del

Antiguo Testamento, del primer

Libro de los Reyes 18:41-45.

María es mencionada por su nombre

por primera vez, aunque de forma tangencial,

al escribirse el evangelio más antiguo, el

Evangelio de Marcos.6 En el Evangelio

de Mateo se la menciona con motivo de

la narración de la concepción milagrosa de

Jesús y de su nacimiento y huida a Egipto.
Aquí el evangelista Mateo menciona que es

María aquella de quien habló el profeta Isaías al decir:
«la Virgen concebirá y dará a luz un hijo a

quien pondrán el nombre de Emmanuel, que

traducido significa: «Dios con nosotros»
El Evangelio de Lucas es el que más datos da

sobre María, al desarrollar con más detalle

los temas de la infancia de Jesús,

algunos de los cuales se amplían más abajo:

la Anunciación, la Visita a Isabel, el

Nacimiento de Jesús, la Presentación de

Jesús en el Templo (aquí el anciano

Simeón le profetiza: «a ti misma una

espada te atravesará el corazón»,

aludiendo al dolor de María durante

la Pasión de su Hijo) y la pérdida de Jesús

y su hallazgo en el templo.

También es el evangelista Lucas quien dice que

María conservaba estas cosas y las meditaba en

su corazón.

En el Evangelio de Juan, Jesús

hace su primer milagro a petición de ella, en

Caná. Y en la cruz, la entrega como

madre al discípulo amado, y él es entregado a

María como hijo. Las teologías católica y

ortodoxa destacan, a raíz del milagro de Caná,

la eficacia de la intercesión de María ante su Hijo;

y en la entrega al pie de la cruz, la

proclamación simbólica de María

como ‘«Madre de la Iglesia», es decir,

«de todos los cristianos», figurados en

la persona del discípulo amado.

También se la menciona en los

Hechos de los Apóstoles como

miembro destacado de la comunidad

cristiana primitiva.

Padres y familia

La tradición cristiana ha considerado a

Joaquín y Ana como los progenitores de

María. Estos nombres están tomados del

Protoevangelio de Santiago, uno de los

evangelios apócrifos más famosos y antiguos.

Esta asunción ha sido punto de referencia

para muchos datos piadosos

sobre la vida de la Virgen María.
No se tiene seguridad de si

María tuvo hermanas.

Aunque algunos toman por ciertos datos del

Evangelio de Juan y de Mateo quienes

mencionan a una «hermana de su madre»,

la cual sería María de Cleofás, Hegesipo

menciona a esta María como esposa de Cleofás,

hermano de José y por tanto concuñada de María:

un matrimonio hebreo no colocaría el mismo

nombre a dos de sus hijas carnales.

En el Nuevo Testamento,

algunos pasajes mencionan que

Jesús tenía hermanos.

En concreto, se mencionan los hermanos

2 veces en el Evangelio de Mateo, 2 en el

Evangelio de Marcos, 1 en el Evangelio de

Lucas y 2 en el Evangelio de Juan.

La Iglesia católica, la Iglesia ortodoxa,

la Iglesia copta[cita requerida] y la

Comunión anglicana,

basadas en el uso del lenguaje

hebreo de aquella época y en la

tradición eclesial, interpretan este

término como «parientes», y

declaran que María permaneció

«siempre virgen».

Quienes aseguran que María

tuvo otros hijos basan su

argumentación en la interpretación

literal de los textos bíblicos en los que

se habla expresamente de

«hermanos de Jesús».

En el idioma arameo así también

en el hebreo no existe un término

para indicar primo o un familiar

cercano.

La Biblia de los Setenta, al traducir

la Biblia del hebreo al griego,

cada vez que encuentran el término hermano

usan el término ἄδελφος, de manera

que este término indica a parientes incluso

no muy cercanos.

Así se comprende entonces que

Asaía tuviera

“doscientos veinte hermanos”

(1.ª Cró 15:6 –ver también Gén. 11:27; 12:5 y

comparar con Gén. 13:8; 14:14,16).
Aunque en el idioma griego,

koiné sí existe el término ἀνέψιος

para referirse a los primos, no implica que

su uso estuviera generalizado

entre los hebreos.

Matrimonio de María

Los evangelios hacen aparecer a María

cuando narran la concepción de Jesús.

Según lo que narran se puede ver que

María en ese momento era prometida de

José de Nazaret, quien era carpintero.

Los relatos evangélicos se inician

después de los desposorios de

María con San José.

El Evangelio de Lucas dedica dos

capítulos a la concepción e infancia de Jesús.

Es en Lucas también donde es llamada

«llena de gracia»,

«bendita entre todas las mujeres»,

«madre del Señor».

El apelativo κεχαριτωμένη, que se lee

kecharito̱méni̱ y que es participio perfecto

pasivo de χαριτον (chariton), es traducido

por las versiones protestantes como «muy favorecida»,

mientras que en las católicas se suele traducir

como «llena de gracia»

(siguiendo el «gratia plena» de la Vulgata).

La Nueva Biblia de Jerusalén, por ejemplo,

detalla en el Evangelio de Lucas (1,28)

que este saludo en forma literal significa:

«tú que has estado y sigues estando llena

del favor divino».

Esto se debe a que en griego

un verbo factitivo como χαριτόω

en perfecto indica completamiento

del acto que indica el verbo.

Según la tradición judía de aquel momento,

los jóvenes varones se desposaban

entre los dieciocho y veinticuatro

años, mientras que las jóvenes

mujeres a partir de los doce años

eran consideradas doncellas (na’arah)

a partir de esa edad podían desposarse.

El matrimonio judío tenía dos momentos,

desposorio y matrimonio propiamente dicho:

el primero era celebrado en la casa de la novia y

traía consigo acuerdos y obligaciones,

aunque la vida en común era posterior.

Si la novia no había estado casada antes

se esperaba un año después del desposorio

para llegar a la segunda parte, el matrimonio

propiamente dicho, donde el novio llevaba 

solemnemente a la novia desde la

casa de sus padres a la de él.

Matrimonio de María

Los evangelios hacen aparecer a María

cuando narran la concepción de Jesús.

Según lo que narran se puede ver que

María en ese momento era prometida

de José de Nazaret, quien era carpintero.

Los relatos evangélicos se inician después

de los desposorios de María con San José.

El Evangelio de Lucas

dedica dos capítulos a la

concepción e infancia de Jesús.

Es en Lucas también donde es

llamada «llena de gracia»,

«bendita entre todas las mujeres»,

«madre del Señor».

El apelativo κεχαριτωμένη,

que se lee kecharito̱méni̱ y

que es participio perfecto pasivo

de χαριτον (chariton),

es traducido por las versiones

protestantes como «muy favorecida»,

mientras que en las católicas

se suele traducir como

«llena de gracia»

(siguiendo el «gratia plena» de la Vulgata).

La Nueva Biblia de Jerusalén, por ejemplo,

detalla en el Evangelio de Lucas (1,28)

que este saludo en forma literal significa:

«tú que has estado y sigues estando llena del favor divino».

Esto se debe a que en griego un verbo

factitivo como χαριτόω en perfecto

indica completamiento del acto que indica el verbo.

Según la tradición judía de aquel momento,

los jóvenes varones se desposaban

entre los dieciocho y veinticuatro años,

mientras que las jóvenes mujeres a partir

de los doce años eran consideradas

doncellas (na’arah) a partir de esa edad

podían desposarse. El matrimonio judío

tenía dos momentos, desposorio y

matrimonio propiamente dicho:

el primero era celebrado en la

casa de la novia y traía consigo

acuerdos y obligaciones, aunque

la vida en común era posterior.

Si la novia no había estado casada

antes se esperaba un año después

del desposorio para llegar a la segunda parte,

el matrimonio propiamente dicho,

donde el novio llevaba solemnemente a

la novia desde la casa de sus padres a la de él.

Anunciación

Imagen de la Virgen utilizada para veneración

y procesión.Artículo principal: Anunciación

La presencia de María en los relatos bíblicos

comienza con la narración de la aparición del

ángel Gabriel a María, según lo relata el

evangelista Lucas.

Y al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado

por Dios a una ciudad de Galilea llamada

Nazaret, a una virgen desposada con un

hombre que se llamaba José, de los

descendientes de David; y el

nombre de la virgen era María. Y

entrando el ángel, le dijo: «¡Alégrate,

llena de gracia!

El Señor está contigo.»

Lucas 1:26-28

Lucas puso empeño en anotar las reacciones

de María ante las revelaciones divinas

que se irán sucediendo: su turbación

y su dificultad,

al igual que posteriormente mostraría

su asombro ante el oráculo de Simeón

y su incomprensión de la palabra de Jesús en el templo.

En presencia de un misterio que rebasa su inteligencia,

reflexiona sobre el mensaje (Lucas 1:29; Lucas 2:33),

piensa sin cesar en el acontecimiento y

lo guarda en su corazón.

Desde el momento de la Anunciación,

cuando el proyecto inicial de vida de María

parece trastocarse, comienza una secuencia

de riesgos y de inseguridades señalada

por los evangelios de Lucas y de Mateo.

La primera inseguridad se presenta en

relación al origen de su concepción.

En efecto, la incertidumbre parece

atacar el corazón de su prometido José,

y lo conduce a su intención de repudiar

a María en secreto para no ponerla

en evidencia.

Así lo tiene planificado José cuando

Dios le hace conocer sus designios

por un sueño: «José, hijo de David,

no temas tomar contigo a

María tu mujer porque lo engendrado

en ella es del Espíritu Santo.

Dará a luz un hijo, y tú le pondrás

por nombre Jesús, porque él salvará

a su pueblo de sus pecados.»

A partir de entonces, José coparticipa

de los riesgos que se presentan en la

vida de María, como se detalla más adelante.

La visita de María a Isabel

Artículo principal: Magnificat (oración)
Artículo principal: Visitación
María, ya embarazada, visita luego

a su prima Isabel, ya que el ángel Gabriel

le había anunciado que también ella,

aunque ya anciana, estaba encinta,

señal de que para Dios no hay imposibles.

Viaja María a una población de la montaña

de Judea, que actualmente se conoce como

la ciudad de Ain Karim situada a seis kilómetros y

medio al oeste de Jerusalén.

Al llegar María,

el evangelio narra que el niño

que tenía Isabel en su vientre dio

un salto, que fue interpretado como de alegría.

Isabel reconoce luego a

María como la «Madre de su Señor»

y la alaba. María responde a Isabel

con un canto de alabanza, ahora llamado

«Magnificat»,

inspirado en el cántico de Ana,

en varios salmos y en otros pasajes del

Antiguo Testamento que, seguramente,

eran del conocimiento de María.

El «Magnificat» incluye una profecía:

«Todas las generaciones me llamarán bienaventurada».

La «Anunciación» y el «Magnificat»

son, sin dudas, los dos pasajes de los evangelios

canónicos en que María explicita verbalmente con

más detalle su pensamiento, que no es otro que un

anticipo de la misma vida y mensaje de Jesús.

Nacimiento de Jesús

Pierre Mignard, La Virgen de las uvas.Lucas,

al narrar las circunstancias que rodean

el nacimiento de Jesús, describe con sencillez

el riesgo que sigue impregnando la vida de María.

Ante un edicto de César Augusto

que ordena un censo, José y María

deben emprender la travesía desde Nazaret

en Galilea hacia Belén en Judea, cuando

ella está por dar a luz.

Como no hay sitio para hospedarse,

debe dar a luz en un pesebre.

El relato del evangelio de Lucas parece

resaltar de forma creciente la fe de María,

quien se fía de Dios a pesar de no

comprender plenamente lo que sucede:

ella guarda «estas cosas» y las medita en su corazón

María y una profecía de sufrimiento

Con motivo de la presentación de Jesús en el

Templo para dar cumplimiento a la ley que

ordena que todo varón primogénito ha de

ser consagrado al Señor,30 se produce un

nuevo signo de inseguridad para María.

Un hombre justo y piadoso llamado Simeón,

a quien le es revelado que no verá la muerte

antes de ver al Cristo, reconoce en el hijo de

María la salvación, luz para iluminar a los

gentiles y gloria del pueblo de Dios, Israel.

Pero a continuación, una profecía realizada

por Simeón atraviesa la figura de María:
Su padre y su madre estaban admirados

de lo que se decía de él. Simeón les

bendijo y dijo a María, su madre:

«Este está puesto para caída y elevación

de muchos en Israel, y para ser señal de

contradicción ––

¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! ––

a fin de que queden al descubierto las intenciones

de muchos corazones.»

Lucas 2:33-35

María en la huida a Egipto

Tiempo más tarde, unos magos de Oriente

se presentan en busca del «Rey de los judíos

que ha nacido». Cuando entran en la casa,

ven al niño con María su madre y, postrándose,

le adoran.

Pero esta visita de los magos atrae

la atención de Herodes el grande que

ordena matar a todos los niños de Belén y de

toda su comarca.
El riesgo se cierne nuevamente sobre

María y el niño. Pero el Ángel del Señor

se aparece en sueños a José y le dice:

«Levántate, toma contigo al niño y a su madre y

huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga.

Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.»

Él se levanta, toma de noche al niño y a su madre, y

se retira a Egipto; y permanece allí hasta la

muerte de Herodes.

Un autor contemporáneo remarca la ausencia

casi constante de toda seguridad humana en

el destino de María: «Quédate allí hasta

nuevo aviso: tal era la fecha que

Dios había señalado. ¿Cuando será la vuelta?

¿Pronto, dentro de un mes, de un año?

¿Se instalarán, vivirán allí provisoriamente?…»
Cuando mueren los que buscaban la

vida del niño, José toma consigo al niño y a

su madre, y entra en tierra de Israel.

Pero se entera de un nuevo riesgo:

Arquelao reina en Judea en lugar de su padre

Herodes, y por eso tiene miedo de ir allí.

Y, avisado en sueños, se retira a la región de

Galilea, a una ciudad llamada Nazaret.

María, durante la adolescencia de Jesús

El único episodio de Jesús adolescente narrado

por los evangelios canónicos es referido

por Lucas con motivo de la fiesta de la Pascua.
Después de sufrir la pérdida de su hijo en el Templo y

de haberlo buscado durante tres días,

al encontrarlo María le pregunta:

«Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros?

¡Mira, tu padre y yo, angustiados,

te andábamos buscando!»

La expresión deja traslucir el dolor y

la preocupación de una madre diligente,

que incluso habla en nombre de José, lo que

remarca la gran personalidad de María. Jesús le

responde a María con otra pregunta, que ella

no comprende.

María: la que guardó y cumplió

las palabras de Jesús

De acuerdo con las Sagradas Escrituras,

María no fue lo que la Epístola de Santiago

llamó «un oidor olvidadizo». El Evangelio de Lucas

nos lega una frase que se repite dos veces

casi literalmente, forma de poner énfasis en

el asunto. En la escena del nacimiento de Jesús,

después que los pastores relatan a José y María

lo que se les había dicho del niño, el evangelista

agrega que «María conservaba todas esas cosas y

las meditaba en su corazón».40 Y un poco más

adelante, al relatar el episodio del hallazgo del Jesús,

de doce años, entre los doctores del templo,

el evangelista repite casi textualmente la frase antes citada:

«Y su madre conservaba cuidadosamente

todas las cosas en su corazón».
Es de notar que esta segunda frase no

sólo se refiere a la respuesta dada por

Jesús en el templo a los doce años,

sino que es razonable extenderla a

todo lo que Jesús le dijo en los diálogos

que con ella tendría durante los años que

pasó «sujeto a sus padres».

También es claro que el evangelista

señala que María conservaba esas

palabras a pesar de que ni ella ni

José habían entendido la respuesta de

Jesús en el templo: que «convenía que él se

ocupara de las cosas de su Padre».

Juan de Maldonado comenta que no podía

María dejar de comprender que Jesús

llamara a Dios «su Padre», ni tampoco

podía resultarle extraño que él se

considerara obligado a ocuparse de las

cosas de Dios. Lo que María aún no comprendía era

«a qué cosas llamaba Jesús las cosas de su Padre:

de enseñar primero a los hombres,

y luego de morir por ellos».

A pesar de que, bajo este aspecto,

las palabras de Cristo quedaron de momento

envueltas en el misterio para la mente de María,

ella las guarda como una reliquia, lo que forma

parte de la psicología profunda de María.

De allí que haya autores que hagan referencia a

ella dándole el título de «Señora del Silencio».

Y es también por ello que algunos exégetas han

llegado a considerar a María misma como una de

las fuentes primarias del Evangelio de Lucas. En cualquier caso, aún

cuando María no fuese una fuente oral del Evangelio de Lucas,

es razonable al menos admitir la existencia de un

testimonio mediato: las palabras de María

pueden haber llegado a Lucas a través de Juan el Apóstol

o de mujeres que convivieron con ella.

María durante el ministerio público de Jesús

Durante el ministerio público de Jesús,

María aparece mencionada en los Evangelios

como «su Madre», una situación especial que

no pertenece a ningún otro miembro de la comunidad.

«Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron»,

exclamó una voz entre la muchedumbre, y

siguen ahora exclamando los cristianos.

Como se señalará más adelante, se suele poner

particular relieve en la virginidad de María,

en su concepción inmaculada o, sobre todo,

en su maternidad divina. Jesús respondió:

«Dichosos más bien los que escuchan la palabra

de Dios y la cumplen».

Cristo no dice que haya otros seres

más dichosos que su madre.

Lo que sí afirma es que la razón principal

de la bienaventuranza de María

consiste, no sólo en haber concebido

al Hijo de Dios, sino en haber escuchado

su palabra y haberla puesto en práctica,

en haber creído en él,

de la misma forma que lo había

señalado antes Isabel:

«Feliz de ti por haber creído».

En el evangelio según san Juan,

toda la vida pública de Jesús está

encuadrada por los dos únicos pasajes

en los que aparece su Madre, y que son

propios de este evangelio.

Se trata de las «bodas de Caná»

y la «muerte del Señor»,

que forman parte del inicio y del

final del ministerio público de Jesús.
Las bodas de Caná tienen lugar

cuando, según lo expresa Jesús,

todavía no ha llegado «su Hora».

Sin embargo, y a pedido de María,

Jesús realiza su primer signo, para

que sus discípulos crean en él. María

reaparece al llegar «la Hora»,

que no es otra que la de la glorificación

de Jesús, su muerte y resurrección.

En la cruz, es Jesús el que llama a su Madre.

Como en Caná, María es llamada por Jesús “Mujer”, y

le encomienda que sea “Madre”

del discípulo amado que está con

ella junto a la cruz.

María adquiere un valor simbólico

porque en ese momento pasa, en la

figura del discípulo amado, a ser la madre de los

discípulos de Cristo. Se la llama «Mujer», y

esta palabra hace alusión a la

primera mujer del comienzo del Génesis,

«Eva, madre de todos los vivientes».

Muchos Padres de la Iglesia

(san Jerónimo de Estridón, san Agustín

de Hipona, san Cirilo de Alejandría,

san Juan Crisóstomo, san Juan Damasceno)

señalan al respecto que

«si la muerte vino por Eva, la vida vino por María».

Ahora que comienza una nueva creación,

hay una nueva «Mujer» que es la Madre de la Iglesia,

madre de todos los que viven.

Las teologías católica y

ortodoxa destacan que, en virtud

de esos dos pasajes,

son discípulos del Señor aquéllos que –tal como pide María–

hacen lo que Él dice,

que permanecen al pie de la cruz del

crucificado junto a María

y los que la reciben como madre propia, al igual

que hizo «el discípulo a quien Jesús amaba».

Otras interpretaciones se discuten más adelante

(ver sección “Cuestiones Teológicas”).
María

Silvita

Diseñadora, Casada, dedico mi sitio a preservar el Arte y la Cultura Infantil, A la memoria de mi sobrina Laura Ambrosio Battistel. Material uso escolar y docente

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