La Virgen María llena en gracia y amor sublime
La Virgen María llena en gracia y amor sublime
llena en gracia y amor sublime
La Virgen María llena en gracia y amor sublime
María (madre de Jesús)
Según diversos pasajes neotestamentarios
pertenecientes al Evangelio de Mateo,
al Evangelio de Lucas, y a los Hechos
de los Apóstoles, como también
distintos textos apócrifos tales
como el Protoevangelio de Santiago,
María (en arameo, מרים, ‘Mariam’),
madre de Jesús de Nazaret, fue
una mujer judía de Nazaret de Galilea,
que vivió entre fines del siglo I a.C. y
mediados del siglo I d.C.
También el Corán (siglo VII),
libro sagrado del islam, la presenta
como madre de Jesús (Isa), bajo su nombre
árabe, Maryam o Miriam.
La presencia de María
en el cristianismo primitivo no
fue la de una simple testigo,
sino la de una personalidad
cualificada y en más de un sentido
única, partícipe excluyente de un
momento clave de la Historia de la
salvación, la encarnación de
Jesucristo (Lucas 1:26-38; Lucas 2:1-19),
y copartícipe de otros dos, la
crucifixión y muerte de Jesús
(Juan 19:25-27), y la conformación
de la primera comunidad cristiana
orante inmediatamente antes de
la venida del Espíritu Santo en
Pentecostés (Hechos 1:14).
El Evangelio de Mateo (Mateo 1:18)
y el Evangelio de Lucas (Lucas 1:27)
presentan a María como una joven
virgen cuando, en la Anunciación,
supo que estaba encinta por obra del
Espíritu Santo, sin concurso de varón.
Por esto, a menudo se la llama la
«Virgen María», o simplemente «la Virgen»,
en las Iglesias católica, ortodoxa, copta,
en la Comunión anglicana y en otras
denominaciones cristianas.
En las Iglesias católica y ortodoxa
se le atribuyen facultades de intercesión
ante Jesucristo, siguiendo a san Ireneo de
Lyon (siglo II) y lo narrado en el Evangelio
de Juan sobre su intervención en las
bodas de Caná (Juan2:1-11). En las
Iglesias antes citadas, la devoción a
ella se manifiesta a través de expresiones
diversas, que van desde declaraciones
dogmáticas y doctrinales marianas, hasta
oraciones a ella dedicadas, y títulos con
los que se la identifica, tales como
«Madre de Dios», o su correspondiente
término en griego, «Theotokos»,
éste último adjudicado a ella
tempranamente en el Concilio de Éfeso de 431 y
muy utilizado por la Iglesia ortodoxa.
También se la llama
«Bienaventurada Virgen María»,
en línea con el texto evangélico:
«
desde ahora todas las generaciones
me llamarán bienaventurada »
El nombre de María
Para los hebreos el nombre
no era un simple apelativo; estaba
íntimamente ligado a la persona.
Por ello usaban nombres que
describirían la personalidad, el carácter;
así, era muy usada la expresión
«su nombre será tal» cuando se
quería designar una misión o
carácter especial al niño por nacer.
María es un nombre conocido en el Tanaj
o Antiguo Testamento por haber sido
nombre de la hermana de Moisés y
Aarón,4 originalmente escrito como Miryām.
La versión de los Setenta lo menciona como
Mariám(Mαριαμ);
el cambio en la primera
vocal refleja la pronunciación
corriente, la del arameo que se
hablaba en Palestina antes del
nacimiento de Cristo. Al igual que
con los nombres de Moisés y Aarón,
que fueron tomados con sumo respeto,
el de María no se usó más como nombre
común, pero la actitud cambió con el
tiempo y fueron puestos como señal
de esperanza por la era mesiánica. En
el texto griego del Nuevo Testamento,
en la versión de los Setenta, el nombre
usado era Mariám. María sería
probablemente la forma
helenizada de la palabra.
Aunque en la Edad Media
se le buscó significados más piadosos
que exactos, bajo los actuales
descubrimientos arqueológicos,
«Alteza» o «Ensalzada» son los significados
más cercanos al nombre de origen hebreo.
María es asimismo conocida como
«Estrella de los Mares» o «Estrella del Mar»
(Stella Maris). Dicho nombre procede
de la interpretación de un pasaje del
Antiguo Testamento, del primer
Libro de los Reyes 18:41-45.
María es mencionada por su nombre
por primera vez, aunque de forma tangencial,
al escribirse el evangelio más antiguo, el
Evangelio de Marcos.6 En el Evangelio
de Mateo se la menciona con motivo de
la narración de la concepción milagrosa de
Jesús y de su nacimiento y huida a Egipto.
Aquí el evangelista Mateo menciona que es
María aquella de quien habló el profeta Isaías al decir:
«la Virgen concebirá y dará a luz un hijo a
quien pondrán el nombre de Emmanuel, que
traducido significa: «Dios con nosotros»
El Evangelio de Lucas es el que más datos da
sobre María, al desarrollar con más detalle
los temas de la infancia de Jesús,
algunos de los cuales se amplían más abajo:
la Anunciación, la Visita a Isabel, el
Nacimiento de Jesús, la Presentación de
Jesús en el Templo (aquí el anciano
Simeón le profetiza: «a ti misma una
espada te atravesará el corazón»,
aludiendo al dolor de María durante
la Pasión de su Hijo) y la pérdida de Jesús
y su hallazgo en el templo.
También es el evangelista Lucas quien dice que
María conservaba estas cosas y las meditaba en
su corazón.
En el Evangelio de Juan, Jesús
hace su primer milagro a petición de ella, en
Caná. Y en la cruz, la entrega como
madre al discípulo amado, y él es entregado a
María como hijo. Las teologías católica y
ortodoxa destacan, a raíz del milagro de Caná,
la eficacia de la intercesión de María ante su Hijo;
y en la entrega al pie de la cruz, la
proclamación simbólica de María
como ‘«Madre de la Iglesia», es decir,
«de todos los cristianos», figurados en
la persona del discípulo amado.
También se la menciona en los
Hechos de los Apóstoles como
miembro destacado de la comunidad
cristiana primitiva.
Padres y familia
La tradición cristiana ha considerado a
Joaquín y Ana como los progenitores de
María. Estos nombres están tomados del
Protoevangelio de Santiago, uno de los
evangelios apócrifos más famosos y antiguos.
Esta asunción ha sido punto de referencia
para muchos datos piadosos
sobre la vida de la Virgen María.
No se tiene seguridad de si
María tuvo hermanas.
Aunque algunos toman por ciertos datos del
Evangelio de Juan y de Mateo quienes
mencionan a una «hermana de su madre»,
la cual sería María de Cleofás, Hegesipo
menciona a esta María como esposa de Cleofás,
hermano de José y por tanto concuñada de María:
un matrimonio hebreo no colocaría el mismo
nombre a dos de sus hijas carnales.
En el Nuevo Testamento,
algunos pasajes mencionan que
Jesús tenía hermanos.
En concreto, se mencionan los hermanos
2 veces en el Evangelio de Mateo, 2 en el
Evangelio de Marcos, 1 en el Evangelio de
Lucas y 2 en el Evangelio de Juan.
La Iglesia católica, la Iglesia ortodoxa,
la Iglesia copta[cita requerida] y la
Comunión anglicana,
basadas en el uso del lenguaje
hebreo de aquella época y en la
tradición eclesial, interpretan este
término como «parientes», y
declaran que María permaneció
«siempre virgen».
Quienes aseguran que María
tuvo otros hijos basan su
argumentación en la interpretación
literal de los textos bíblicos en los que
se habla expresamente de
«hermanos de Jesús».
En el idioma arameo así también
en el hebreo no existe un término
para indicar primo o un familiar
cercano.
La Biblia de los Setenta, al traducir
la Biblia del hebreo al griego,
cada vez que encuentran el término hermano
usan el término ἄδελφος, de manera
que este término indica a parientes incluso
no muy cercanos.
Así se comprende entonces que
Asaía tuviera
“doscientos veinte hermanos”
(1.ª Cró 15:6 –ver también Gén. 11:27; 12:5 y
comparar con Gén. 13:8; 14:14,16).
Aunque en el idioma griego,
koiné sí existe el término ἀνέψιος
para referirse a los primos, no implica que
su uso estuviera generalizado
entre los hebreos.
Matrimonio de María
Los evangelios hacen aparecer a María
cuando narran la concepción de Jesús.
Según lo que narran se puede ver que
María en ese momento era prometida de
José de Nazaret, quien era carpintero.
Los relatos evangélicos se inician
después de los desposorios de
María con San José.
El Evangelio de Lucas dedica dos
capítulos a la concepción e infancia de Jesús.
Es en Lucas también donde es llamada
«llena de gracia»,
«bendita entre todas las mujeres»,
«madre del Señor».
El apelativo κεχαριτωμένη, que se lee
kecharito̱méni̱ y que es participio perfecto
pasivo de χαριτον (chariton), es traducido
por las versiones protestantes como «muy favorecida»,
mientras que en las católicas se suele traducir
como «llena de gracia»
(siguiendo el «gratia plena» de la Vulgata).
La Nueva Biblia de Jerusalén, por ejemplo,
detalla en el Evangelio de Lucas (1,28)
que este saludo en forma literal significa:
«tú que has estado y sigues estando llena
del favor divino».
Esto se debe a que en griego
un verbo factitivo como χαριτόω
en perfecto indica completamiento
del acto que indica el verbo.
Según la tradición judía de aquel momento,
los jóvenes varones se desposaban
entre los dieciocho y veinticuatro
años, mientras que las jóvenes
mujeres a partir de los doce años
eran consideradas doncellas (na’arah)
a partir de esa edad podían desposarse.
El matrimonio judío tenía dos momentos,
desposorio y matrimonio propiamente dicho:
el primero era celebrado en la casa de la novia y
traía consigo acuerdos y obligaciones,
aunque la vida en común era posterior.
Si la novia no había estado casada antes
se esperaba un año después del desposorio
para llegar a la segunda parte, el matrimonio
propiamente dicho, donde el novio llevaba
solemnemente a la novia desde la
casa de sus padres a la de él.
Matrimonio de María
Los evangelios hacen aparecer a María
cuando narran la concepción de Jesús.
Según lo que narran se puede ver que
María en ese momento era prometida
de José de Nazaret, quien era carpintero.
Los relatos evangélicos se inician después
de los desposorios de María con San José.
El Evangelio de Lucas
dedica dos capítulos a la
concepción e infancia de Jesús.
Es en Lucas también donde es
llamada «llena de gracia»,
«bendita entre todas las mujeres»,
«madre del Señor».
El apelativo κεχαριτωμένη,
que se lee kecharito̱méni̱ y
que es participio perfecto pasivo
de χαριτον (chariton),
es traducido por las versiones
protestantes como «muy favorecida»,
mientras que en las católicas
se suele traducir como
«llena de gracia»
(siguiendo el «gratia plena» de la Vulgata).
La Nueva Biblia de Jerusalén, por ejemplo,
detalla en el Evangelio de Lucas (1,28)
que este saludo en forma literal significa:
«tú que has estado y sigues estando llena del favor divino».
Esto se debe a que en griego un verbo
factitivo como χαριτόω en perfecto
indica completamiento del acto que indica el verbo.
Según la tradición judía de aquel momento,
los jóvenes varones se desposaban
entre los dieciocho y veinticuatro años,
mientras que las jóvenes mujeres a partir
de los doce años eran consideradas
doncellas (na’arah) a partir de esa edad
podían desposarse. El matrimonio judío
tenía dos momentos, desposorio y
matrimonio propiamente dicho:
el primero era celebrado en la
casa de la novia y traía consigo
acuerdos y obligaciones, aunque
la vida en común era posterior.
Si la novia no había estado casada
antes se esperaba un año después
del desposorio para llegar a la segunda parte,
el matrimonio propiamente dicho,
donde el novio llevaba solemnemente a
la novia desde la casa de sus padres a la de él.
Anunciación
Imagen de la Virgen utilizada para veneración
y procesión.Artículo principal: Anunciación
La presencia de María en los relatos bíblicos
comienza con la narración de la aparición del
ángel Gabriel a María, según lo relata el
evangelista Lucas.
Y al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado
por Dios a una ciudad de Galilea llamada
Nazaret, a una virgen desposada con un
hombre que se llamaba José, de los
descendientes de David; y el
nombre de la virgen era María. Y
entrando el ángel, le dijo: «¡Alégrate,
llena de gracia!
El Señor está contigo.»
Lucas 1:26-28
Lucas puso empeño en anotar las reacciones
de María ante las revelaciones divinas
que se irán sucediendo: su turbación
y su dificultad,
al igual que posteriormente mostraría
su asombro ante el oráculo de Simeón
y su incomprensión de la palabra de Jesús en el templo.
En presencia de un misterio que rebasa su inteligencia,
reflexiona sobre el mensaje (Lucas 1:29; Lucas 2:33),
piensa sin cesar en el acontecimiento y
lo guarda en su corazón.
Desde el momento de la Anunciación,
cuando el proyecto inicial de vida de María
parece trastocarse, comienza una secuencia
de riesgos y de inseguridades señalada
por los evangelios de Lucas y de Mateo.
La primera inseguridad se presenta en
relación al origen de su concepción.
En efecto, la incertidumbre parece
atacar el corazón de su prometido José,
y lo conduce a su intención de repudiar
a María en secreto para no ponerla
en evidencia.
Así lo tiene planificado José cuando
Dios le hace conocer sus designios
por un sueño: «José, hijo de David,
no temas tomar contigo a
María tu mujer porque lo engendrado
en ella es del Espíritu Santo.
Dará a luz un hijo, y tú le pondrás
por nombre Jesús, porque él salvará
a su pueblo de sus pecados.»
A partir de entonces, José coparticipa
de los riesgos que se presentan en la
vida de María, como se detalla más adelante.
La visita de María a Isabel
Artículo principal: Magnificat (oración)
Artículo principal: Visitación
María, ya embarazada, visita luego
a su prima Isabel, ya que el ángel Gabriel
le había anunciado que también ella,
aunque ya anciana, estaba encinta,
señal de que para Dios no hay imposibles.
Viaja María a una población de la montaña
de Judea, que actualmente se conoce como
la ciudad de Ain Karim situada a seis kilómetros y
medio al oeste de Jerusalén.
Al llegar María,
el evangelio narra que el niño
que tenía Isabel en su vientre dio
un salto, que fue interpretado como de alegría.
Isabel reconoce luego a
María como la «Madre de su Señor»
y la alaba. María responde a Isabel
con un canto de alabanza, ahora llamado
«Magnificat»,
inspirado en el cántico de Ana,
en varios salmos y en otros pasajes del
Antiguo Testamento que, seguramente,
eran del conocimiento de María.
El «Magnificat» incluye una profecía:
«Todas las generaciones me llamarán bienaventurada».
La «Anunciación» y el «Magnificat»
son, sin dudas, los dos pasajes de los evangelios
canónicos en que María explicita verbalmente con
más detalle su pensamiento, que no es otro que un
anticipo de la misma vida y mensaje de Jesús.
Nacimiento de Jesús
Pierre Mignard, La Virgen de las uvas.Lucas,
al narrar las circunstancias que rodean
el nacimiento de Jesús, describe con sencillez
el riesgo que sigue impregnando la vida de María.
Ante un edicto de César Augusto
que ordena un censo, José y María
deben emprender la travesía desde Nazaret
en Galilea hacia Belén en Judea, cuando
ella está por dar a luz.
Como no hay sitio para hospedarse,
debe dar a luz en un pesebre.
El relato del evangelio de Lucas parece
resaltar de forma creciente la fe de María,
quien se fía de Dios a pesar de no
comprender plenamente lo que sucede:
ella guarda «estas cosas» y las medita en su corazón
María y una profecía de sufrimiento
Con motivo de la presentación de Jesús en el
Templo para dar cumplimiento a la ley que
ordena que todo varón primogénito ha de
ser consagrado al Señor,30 se produce un
nuevo signo de inseguridad para María.
Un hombre justo y piadoso llamado Simeón,
a quien le es revelado que no verá la muerte
antes de ver al Cristo, reconoce en el hijo de
María la salvación, luz para iluminar a los
gentiles y gloria del pueblo de Dios, Israel.
Pero a continuación, una profecía realizada
por Simeón atraviesa la figura de María:
Su padre y su madre estaban admirados
de lo que se decía de él. Simeón les
bendijo y dijo a María, su madre:
«Este está puesto para caída y elevación
de muchos en Israel, y para ser señal de
contradicción ––
¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! ––
a fin de que queden al descubierto las intenciones
de muchos corazones.»
Lucas 2:33-35
María en la huida a Egipto
Tiempo más tarde, unos magos de Oriente
se presentan en busca del «Rey de los judíos
que ha nacido». Cuando entran en la casa,
ven al niño con María su madre y, postrándose,
le adoran.
Pero esta visita de los magos atrae
la atención de Herodes el grande que
ordena matar a todos los niños de Belén y de
toda su comarca.
El riesgo se cierne nuevamente sobre
María y el niño. Pero el Ángel del Señor
se aparece en sueños a José y le dice:
«Levántate, toma contigo al niño y a su madre y
huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga.
Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.»
Él se levanta, toma de noche al niño y a su madre, y
se retira a Egipto; y permanece allí hasta la
muerte de Herodes.
Un autor contemporáneo remarca la ausencia
casi constante de toda seguridad humana en
el destino de María: «Quédate allí hasta
nuevo aviso: tal era la fecha que
Dios había señalado. ¿Cuando será la vuelta?
¿Pronto, dentro de un mes, de un año?
¿Se instalarán, vivirán allí provisoriamente?…»
Cuando mueren los que buscaban la
vida del niño, José toma consigo al niño y a
su madre, y entra en tierra de Israel.
Pero se entera de un nuevo riesgo:
Arquelao reina en Judea en lugar de su padre
Herodes, y por eso tiene miedo de ir allí.
Y, avisado en sueños, se retira a la región de
Galilea, a una ciudad llamada Nazaret.
María, durante la adolescencia de Jesús
El único episodio de Jesús adolescente narrado
por los evangelios canónicos es referido
por Lucas con motivo de la fiesta de la Pascua.
Después de sufrir la pérdida de su hijo en el Templo y
de haberlo buscado durante tres días,
al encontrarlo María le pregunta:
«Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros?
¡Mira, tu padre y yo, angustiados,
te andábamos buscando!»
La expresión deja traslucir el dolor y
la preocupación de una madre diligente,
que incluso habla en nombre de José, lo que
remarca la gran personalidad de María. Jesús le
responde a María con otra pregunta, que ella
no comprende.
María: la que guardó y cumplió
las palabras de Jesús
De acuerdo con las Sagradas Escrituras,
María no fue lo que la Epístola de Santiago
llamó «un oidor olvidadizo». El Evangelio de Lucas
nos lega una frase que se repite dos veces
casi literalmente, forma de poner énfasis en
el asunto. En la escena del nacimiento de Jesús,
después que los pastores relatan a José y María
lo que se les había dicho del niño, el evangelista
agrega que «María conservaba todas esas cosas y
las meditaba en su corazón».40 Y un poco más
adelante, al relatar el episodio del hallazgo del Jesús,
de doce años, entre los doctores del templo,
el evangelista repite casi textualmente la frase antes citada:
«Y su madre conservaba cuidadosamente
todas las cosas en su corazón».
Es de notar que esta segunda frase no
sólo se refiere a la respuesta dada por
Jesús en el templo a los doce años,
sino que es razonable extenderla a
todo lo que Jesús le dijo en los diálogos
que con ella tendría durante los años que
pasó «sujeto a sus padres».
También es claro que el evangelista
señala que María conservaba esas
palabras a pesar de que ni ella ni
José habían entendido la respuesta de
Jesús en el templo: que «convenía que él se
ocupara de las cosas de su Padre».
Juan de Maldonado comenta que no podía
María dejar de comprender que Jesús
llamara a Dios «su Padre», ni tampoco
podía resultarle extraño que él se
considerara obligado a ocuparse de las
cosas de Dios. Lo que María aún no comprendía era
«a qué cosas llamaba Jesús las cosas de su Padre:
de enseñar primero a los hombres,
y luego de morir por ellos».
A pesar de que, bajo este aspecto,
las palabras de Cristo quedaron de momento
envueltas en el misterio para la mente de María,
ella las guarda como una reliquia, lo que forma
parte de la psicología profunda de María.
De allí que haya autores que hagan referencia a
ella dándole el título de «Señora del Silencio».
Y es también por ello que algunos exégetas han
llegado a considerar a María misma como una de
las fuentes primarias del Evangelio de Lucas. En cualquier caso, aún
cuando María no fuese una fuente oral del Evangelio de Lucas,
es razonable al menos admitir la existencia de un
testimonio mediato: las palabras de María
pueden haber llegado a Lucas a través de Juan el Apóstol
o de mujeres que convivieron con ella.
María durante el ministerio público de Jesús
Durante el ministerio público de Jesús,
María aparece mencionada en los Evangelios
como «su Madre», una situación especial que
no pertenece a ningún otro miembro de la comunidad.
«Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron»,
exclamó una voz entre la muchedumbre, y
siguen ahora exclamando los cristianos.
Como se señalará más adelante, se suele poner
particular relieve en la virginidad de María,
en su concepción inmaculada o, sobre todo,
en su maternidad divina. Jesús respondió:
«Dichosos más bien los que escuchan la palabra
de Dios y la cumplen».
Cristo no dice que haya otros seres
más dichosos que su madre.
Lo que sí afirma es que la razón principal
de la bienaventuranza de María
consiste, no sólo en haber concebido
al Hijo de Dios, sino en haber escuchado
su palabra y haberla puesto en práctica,
en haber creído en él,
de la misma forma que lo había
señalado antes Isabel:
«Feliz de ti por haber creído».
En el evangelio según san Juan,
toda la vida pública de Jesús está
encuadrada por los dos únicos pasajes
en los que aparece su Madre, y que son
propios de este evangelio.
Se trata de las «bodas de Caná»
y la «muerte del Señor»,
que forman parte del inicio y del
final del ministerio público de Jesús.
Las bodas de Caná tienen lugar
cuando, según lo expresa Jesús,
todavía no ha llegado «su Hora».
Sin embargo, y a pedido de María,
Jesús realiza su primer signo, para
que sus discípulos crean en él. María
reaparece al llegar «la Hora»,
que no es otra que la de la glorificación
de Jesús, su muerte y resurrección.
En la cruz, es Jesús el que llama a su Madre.
Como en Caná, María es llamada por Jesús “Mujer”, y
le encomienda que sea “Madre”
del discípulo amado que está con
ella junto a la cruz.
María adquiere un valor simbólico
porque en ese momento pasa, en la
figura del discípulo amado, a ser la madre de los
discípulos de Cristo. Se la llama «Mujer», y
esta palabra hace alusión a la
primera mujer del comienzo del Génesis,
«Eva, madre de todos los vivientes».
Muchos Padres de la Iglesia
(san Jerónimo de Estridón, san Agustín
de Hipona, san Cirilo de Alejandría,
san Juan Crisóstomo, san Juan Damasceno)
señalan al respecto que
«si la muerte vino por Eva, la vida vino por María».
Ahora que comienza una nueva creación,
hay una nueva «Mujer» que es la Madre de la Iglesia,
madre de todos los que viven.
Las teologías católica y
ortodoxa destacan que, en virtud
de esos dos pasajes,
son discípulos del Señor aquéllos que –tal como pide María–
hacen lo que Él dice,
que permanecen al pie de la cruz del
crucificado junto a María
y los que la reciben como madre propia, al igual
que hizo «el discípulo a quien Jesús amaba».
Otras interpretaciones se discuten más adelante