Mi cajita de Olinala Ella es mi hálito, yo, su andar
Mi cajita de Olinala
Cajita mía de Olinalá, palo-rosa, jacarandá.
Cuando la abro de golpe da su olor de reina de Sabá.
¡Ay, bocanada tropical: clavo, caoba y el copal!
La pongo aquí, la dejo allá; por corredores viene y va.
Hierve de grecas como un país:
nopal, venado, codorniz, los volcanes de gran cerviz
y el indio aéreo como el maíz.
Así la pintan, así, así, dedos de indio o colibrí;
y así la hace de cabal mano azteca, mano quetzal.
Cuando la noche va a llegar,
porque me guarde de su mal,
me la pongo de cabezal donde
otros ponen su metal.
Lindos sueños que hace soñar;
hace reír, hace llorar:
Mano a mano se pasa el mar,
sierras mellizas campos de arar.
Se ve al Anáhuac rebrillar,
la bestia-Ajusco que va a saltar,
y por el rumbo que lleva al mar, a
Quetzalcoalt se va a alcanzar.
Ella es mi hálito, yo, su andar;
ella, saber; yo, desvariar.
Y paramos como el maná donde
el camino se sobra ya, donde
nos grita un ¡halalá! el mujerío de Olinalá.
1- Educación para la Libertad
Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.
Sitio web: Un mensaje al corazón
La responsabilidad de los padres es formar bien a sus hijos.
¿Le interesa formar bien a sus hijos?
Pues, ¡edúquelos para la libertad!
Ahora,
¿qué es eso de educación para la libertad?
Yo le pregunto a usted,
¿le parece bien estar siempre encima de sus hijos,
decidiendo por ellos, protegiéndolos,
aún cuando tengan 30, 40 ó 50 años?
¿No le parece esto bastante incómodo
y hasta absurdo?
Pues, existen muchos papás
que en su subconsciente desean
hacer esto y no es correcto.
Los padres tienen que educar para la libertad.
De esa manera, sus hijos algún día tendrán
la capacidad de ser autónomos, de actuar
de acuerdo con sus propios criterios y valores.
Hay que educarlos para que sean ellos los
que decidan qué hacer con su propia existencia;
para que cada uno sea protagonista de su
propia historia y sean capaces de decidir
por sí mismos su propio futuro.
Para lograr esto, los papás tienen que
inculcar a las criaturas desde pequeñitas
una fe profunda en Dios, sobre todo, y
también en sí mismos; ayudarlos a que
crezcan con confianza en sus propias personas,
cultivar en ellos los más grandes ideales
e inyectarle los valores morales más adecuados.
La tarea de los papás es sembrar, de la manera
más inteligente y profunda posible, todos los
ideales y valores positivos y buenos.
Mientras más profundamente siembren
esto en sus hijos, y
se preocupen en cultivar adecuadamente
con mucho amor, verán florecer en sus
hijos una personalidad auténtica y fuerte.
Los papás deben comprender
que esta tarea implicará, definitivamente,
mucho tiempo de convivencia con sus niños.
Pero que sea una convivencia agradable,
amena, íntima, y que se desarrolle desde
las primeras etapas de sus vidas.
A medida que el niño pequeñito crezca
y adquiera más madurez y personalidad,
los papás deben acompañarlos en su desarrollo.
Ahora, acompañar no es estar encima de ellos
como un perro guardián, no es sobreprotegerlos,
ni impedirles que sean ellos mismos.
Acompañar es caminar a su lado y,
mientras más pequeño el niño,
más necesita sentir la presencia de sus papás.
Luego, a medida que va creciendo,
los papás deben separarse, alejarse poco a poco.
No en el aspecto, diríamos, físico o de contacto,
sino en el aspecto de permitir al muchacho y a